No resulta fácil en estos tiempos recios que nos ha tocado vivir, pensar en el futuro más inmediato. Algo muy parecido al miedo acompaña e intensifica la incertidumbre siempre presente respecto a lo que sucederá en el mañana. Y todo ello afecta, queramos a no, al modo en el que vivimos el presente.

Recuerdo que Stephen R Covey en su libro “Los 7 Hábitos de la gente eficaz” hablaba del círculo de preocupación y del círculo de influencia. De forma resumida, cada uno de esos círculos recoge aquellas cosas sobre las que tenemos o no alguna posibilidad de influir y, por lo tanto, generar algún cambio.

A mi personalmente, autónomo y facturando cifras cercanas a cero desde el mes de Marzo, me parece que he hecho crecer en demasía el círculo de preocupación poniendo mi mente de forma muy constante en todo lo que nos está sucediendo desde el punto de vista de la pandemia y en cómo eso afecta y afectará a mi vida profesional. Y lo cierto es que casi nada de lo que ese foco me deja ver tiene buena pinta. Recordando a Covey he comenzado a preguntarme acerca de dónde ha quedado mi sentido de la esperanza; he comenzado a preguntarme si tiene sentido seguir dándole vueltas a cosas que no puedo cambiar y contra las que solo puedo combatir con una buena dosis de responsabilidad personal (mascarilla, higiene, distancia personal, etc.). En definitiva, he comenzado a cuestionar esas reflexiones propias del círculo de preocupación respecto a lo que el futuro inmediato y mediato pudiera deparararme, y a la manera en que me estaban haciendo vivir mi presente.

En paralelo, me he peguntado respecto a qué cosas puede haber en mi círculo de influencia y en las que pueda focalizar mi cabeza y mi corazón. Reconozco que me está costando, pero las voy encontrando y, con humildad, sobre ellas voy trabajando, viendo como mi sentido de la esperanza se recupera y ese pesimismo, que soy consciente me había medio inundado, comienza a desaparecer. A cada día le basta su afán nos dice el Nuevo Testamento, y en ese cada día estoy intentado hacer cosas o pensar en cosas y realidades sobre las que puedo generar un efecto o cambio beneficioso, quizás no todas de manera inmediata, pero si en el medio plazo. Como dice Covey, mi circulo de influencia parece crecer poco a poco y ello me está aportando una perspectiva diferente y que agradezco.

Soy consciente de que el círculo de preocupación sigue siendo grande y de que seguirá ahí porque forma parte de mi forma (o de nuestra forma) de ser, pero he decidido entablar batalla. Decía Don Draper, ese icónico personaje de Mad Men, que “nuestros peores miedos nacen de la anticipación” y creo que ha llegado, al menos para mí, el tiempo de no anticipar sino vivir en el presente para construir ese futuro que en ningún sitio está escrito.

Imagino que cada uno ha de luchar a su manera contra las realidades que nublan la visión de nuestro presente y los fantasmas que atisbamos en nuestro futuro. Unas y otros son muy similares en todos los seres humanos y se nos presentan como omnipresentes y poderosos. Desgraciadamente, no tengo una solución que pudiera ser universal para hacer crecer ese círculo de influencia y no dejarnos llevar y llenar por la anticipación que hace crecer el círculo de preocupación.

Cada uno habrá de encontrar su propio camino. Pero si yo, un tipo bastante normalito y del montón, estoy consiguiendo que algunas cosas cambien en mi modo de afrontar la realidad y el mundo que nos ha tocado vivir, tengo la certeza de que hay muchos que también lo podrán hacer.

Déjenme que termine con Kipling:

Si puedes llenar el inesquivable minuto

con los sesenta segundos que lo llenen de sentido,

Todo en la tierra será de tu dominio,

Y -lo que es más- serás un Hombre, ¡hijo mío!

¡¡¡¡Ánimo!!!!

 

 

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