Ayer tuve la oportunidad de volver a ver una película que en su momento tuvo mucha fama y no estuvo exenta de polémica. El título de la película es El síndrome de China. Esta interpretada en sus principales papeles por tres grandes actores: Jack Lemon, Jane Fonda y Michael Douglas. La película se estrenó en el año 1979. Es decir, tiene la friolera de 44 años. Para los que ya calzamos unos cuántos años, una peccata minuta.
La película nos relata la historia de unos periodistas que están realizando un reportaje sobre una central nuclear y mientras lo realizan son testigos directos de un incidente en el interior de aquella y, sin permiso, lo graban. Curiosamente, pocos días después del estreno de la película se produjo un accidente real en la central nuclear Three Mile Island.
El desarrollo de la película nos relata el interés de los periodistas en dar a conocer la noticia, en cómo los responsables de la cadena para la que trabajan prefieren ser prudentes en cuánto a su publicación y en los intereses de la empresa constructora de la central en minusvalorar el incidente y cortar de raíz cualquier rumor o noticia dado que están construyendo otra de similares características en otro lugar del país. Alrededor de toda la historia unos intereses económicos de miles de millones de dólares y un cierto miedo a la energía nuclear, aunque esta fuese para usos pacíficos.
Quisiera poner el foco en el personaje que interpreta Jack Lemon como responsable de operaciones de la central. Su intuición y sus conocimientos le dicen que el accidente ha sido algo grave y decide investigar e indagar hasta descubrir, entre otras cosas, negligencias en el visado de las radiografías efectuadas en las soldaduras realizadas en numerosos puntos de las tuberías que atraviesan la central. Será su el sentido de la responsabilidad el que le lleva a buscar razones, causas, posibles errores y como evitar un nuevo incidente que pudiera ser mucho más grave. Hacerlo le supondrá riesgos y amenazas. El personaje de Lemon llegará a encerrarse el solo (y usando cierta violencia) en la sala de operaciones con el único objetivo de impedir que el reactor de la central sea puesto al máximo de potencia por el riesgo de un accidente grave, que él es plenamente consciente que puede suceder.
Enfrente nos encontraremos otros personajes que por diversas razones acreditan un bajo y peligroso sentido de su deber y responsabilidad a la hora de trabajar. Para este tipo de personas casi todo se reduce a un “cubrir el expediente” realizando el menor esfuerzo posible, pese al riesgo que eso puede suponer en un entorno como es el nuclear.
La película nos habla, en fin, de muchas e interesantes cosas, pero he querido poner el foco en el sentido de la responsabilidad a la hora de afrontar el trabajo; en la posibilidad o no de mirar para otro lado cuando hay presiones muy fuertes de tipo económico, de tiempo, etc.; en lo mal que habla de alguien el que haga las cosas a medias o sin el rigor suficiente. De un modo universal, la película nos habla de los posibles riesgos, aunque estemos trabajando en la cosa más sencilla del mundo, de no hacer bien y de forma correcta nuestro trabajo.
Creo que alguien dijo en una ocasión que “ser responsable es hacer las cosas de forma correcta cuando nadie mira”. El personaje de Lemon no es un tipo especialmente brillante, no es el prototipo de héroe de película y no transmite la imagen de tipo duro y valiente. No es nada de eso. Su gran virtud está en ser plenamente consciente de su sentido del deber, de ser responsable para con su trabajo y para con el mundo. De ser coherente consigo mismo.
En fin, quizás no sea un personaje brillante, pero nos transmite algunas lecciones muy valiosas que sí que brillan.
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