En el curso académico 2013/2014 el decano de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Informáticos de la UPM, don Victor Robles me invitó a impartir la Lección Magistral en el acto de clausura del curso académico. Me sentí profundamente honrado por ello y tengo la absoluta convicción de que lo dicho en aquel momento, hace ya 7 años, sigue plenamente vigente.

Por ello, me permito reproducirlo a continuación.

Hace ya un tiempo, al inicio de sus estudios universitarios, todos ustedes comenzaron a crear su propio futuro y, afortunadamente, tienen por delante mucho tiempo para seguir construyéndolo. Este acto, que hoy celebramos, es un paso más en ese proceso y por ello creo que puede ser un buen momento para plantear, en voz alta, alguna reflexión acerca de lo que se espera de ustedes, acerca de quiénes son y acerca de quiénes quieren ser.

Para proponer una respuesta a estas preguntas permítanme que relate dos breves historias del pasado y finalmente les proponga un pequeño viaje al futuro.

La primera historia nos sitúa en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.

Es la historia de la compañía Easy del 506º Regimiento de Infantería Paracaidista de la 101ª División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos.

La historia de esta compañía se ha reflejado de dos maneras pero con el mismo título: Band of Brothers (traducido como Hermanos de Sangre). Podemos saber de ellos bien a través del libro del historiador Stephen Ambrose o en una magnífica serie de TV producida por Steven Spielberg y Tom Hanks.

El nombre de Band of Brothers nos recuerda la obra que W. Sakespeare escribió sobre el rey inglés Enrique V, en la que nos relata cómo éste arengó a sus tropas antes de la batalla de Azincourt frente a los franceses. Es el conocido discurso del día de San Crispín.

La compañía Easy saltará sobre Francia el día D en Normandía y llegará a capturar el nido del Águila de Hitler ya en el final de la guerra en Europa.

Su oficial al mando será Dick Winters. Al finalizar la guerra habrá alcanzado el grado de mayor. Saltará con sus soldados el día D, combatirá con ellos soportando el frío, la lluvia, el fuego enemigo, el dolor, el miedo, la angustia, etc. Nos encontraremos con un liderazgo cercano y conocedor de sus hombres, dispuesto a predicar con el ejemplo en sus acciones, una persona que ejercerá el mando tomando decisiones difíciles pero siendo él, también, partícipe de esas mismas decisiones.

Una de las historias que vivirá esta compañía sucederá en el primer trimestre del año 1945. Todavía es invierno. Serán enviados al pueblo de Haguenau, casi en la frontera con Alemania. Ya no falta mucho para el final de la guerra.

Las posiciones de la compañía en Haguenau están separadas de las alemanas por tan solo un río con aguas casi heladas debido a las frías temperaturas propias de la estación. A estas alturas de la guerra son soldados agotados y cansados después de tantos días y meses combatiendo tras el salto sobre Francia. Solo han tenido una semana de descanso desde entonces. El resto del tiempo no han parado de combatir y sufrir en numerosas batallas. Hay heridas físicas y heridas en el alma. Han visto morir a muchos de sus compañeros. Los soldados tienen la certeza de que queda poco tiempo para que la guerra finalice y, posiblemente ahora, sean más conscientes que nunca de la posibilidad de morir en cualquier misión, cuando ya falta poco para que todo acabe y poder volver a casa.

En ese contexto, el mando del batallón les encomendará hacer una incursión al otro lado del río, en las líneas alemanas y capturar prisioneros. Esta misión generará mucha tensión entre los soldados. Surgirán dudas, preguntas y hasta angustia entre ellos respecto a quienes tendrán que formar la patrulla, etc. Se la van a jugar una vez más, y la sensación es que ya queda tan poco….

Asistiremos, también, a la llegada e incorporación de un joven teniente de reemplazo, recién salido de West Point y sin ninguna experiencia de combate, pero que se ofrece voluntario para la misión porque no quiere que la guerra acabe sin haber combatido. Es un llamativo contraste con los soldados veteranos, cansados de combatir y de la guerra.

Será el oficial Winters quien les explicará la misión que deben llevar a cabo y las claves respecto a cómo desarrollarla (rapidez, de noche, en silencio, cruzando las frías aguas del río en balsas, el fuego de cobertura del que dispondrán para la vuelta a sus posiciones, la necesidad de hacer prisioneros, etc.).

La misión tendrá éxito, pues tras la incursión y de vuelta a sus posiciones traerán a dos soldados alemanes como prisioneros. Eso sí, el precio ha sido alto, uno de los soldados de la Easy ha muerto.

El “éxito” de la misión será tal que hará que el cuartel general del batallón traslade la orden de realizar una nueva incursión a la noche siguiente. Hay que hacer nuevos prisioneros, etc. El propio capitán Winters escucha, de boca de su coronel, los elogios y lo orgulloso que todo el batallón se siente hacia los hombres de la Easy, reiterándoles la necesidad de hacer una nueva patrulla.

No es difícil imaginarse el estado de ánimo de los soldados ante esta nueva salida. De nuevo riesgo, dolor, miedo, muerte.

Cuando el capitán Winters acude a los alojamientos de la tropa a explicarles la nueva misión y lo orgullosos que se sienten en el batallón por la misión anterior, “tanto que quieren que volváis a cruzar” los rostros de los soldados serán un verdadero poema. Es en ese momento cuando el capitán Winters después de dar detalles de cómo habrá de ser la nueva misión les dirá “…por eso, quiero que esta noche durmáis a pierna suelta y mañana me digáis que cruzasteis el río pero que no fue posible capturar prisioneros…”. Como es fácil de imaginar el estado de ánimo de los soldados pasará de la sorpresa a la alegría. Una sonrisa volverá a aparecer en sus caras. La estancia en Haguenau terminará con diferentes reflexiones de los soldados sobre esa patrulla y la guerra, pero había una reflexión especial: “había esperanzas de volver vivo a casa”

Sí, es verdad, el capitán Winters no sigue las órdenes que ha recibido. Pero es plenamente consciente del sinsentido que tiene hacer una nueva patrulla y de los riesgos que ello supone para sus hombres. Cuida a su gente. Asume una responsabilidad difícil con el objetivo de salvaguardar a unos soldados que lo han dado todo y más, y que ya no tienen casi fuerzas para combatir. Es su líder, los lidera y, además, de una manera sorprendente.

Es pues un liderazgo que establece unas ciertas referencias y del que aprendemos muchas cosas. Si lo comprendemos y hasta lo interiorizamos, nos hace mejores personas.

La segunda historia nos sitúa en Alabama, sur de Estados Unidos en los años 30.

Probablemente, haya pocas personas de mi generación que no hayan visto en alguna ocasión la magnífica película “Matar a un ruiseñor” dirigida por Robert Mulligan en 1962 y con un espectacular Gregory Peck en el papel de Atticus Finch. Por su interpretación, Peck fue premiado con el Oscar.

La película se basa en el libro del mismo título de la escritora Harper Lee. El libro nos relatará de manera magistral las observaciones de la escritora sobre su infancia y sobre sus vecinos. Fue premio Pulitzer en 1961 y su autora nunca volvió a publicar ninguna otra novela.

A través de la novela (mediante la propia narración de la autora), conoceremos los años de infancia de Jean Louise Finch (Scout), junto a su padre Atticus, su hermano mayor Jem, la asistenta de color Calpurnia, su amigo Dill, otros familiares, conocidos, vecinos y diversos personajes de la población de Maycomb, en Alabama. Un sorprendente mosaico de personajes, todo ello en los años de la gran depresión y con el trasfondo del racismo y la segregación racial. En medio, un juicio, el de Tom Robinson, un hombre de color, acusado de violar a una joven blanca y que en ese contexto tenía todas las de perder.

No es una historia sencilla ni alegre. A pesar de todo ello, “Matar a un ruiseñor” deja en nuestro corazón y en nuestra cabeza una enorme esperanza. La de que no todo está perdido porque confiamos en que hay personas como Atticus Finch que honran y ennoblecen en medio de tanto dolor, hipocresía y falta de amor, al ser humano.

Atticus Finch asumirá la defensa del personaje de Tom Robinson, el hombre de color acusado de violación de una mujer blanca, porque hay un juez que se la encomienda, sabedor de que solo una persona como Atticus podrá hacer una defensa real y efectiva de la posible inocencia de Robinson, por encima de los prejuicios raciales que rodearan el juicio. En el fondo, Atticus no está tan solo en la batalla por la honestidad y la limpieza de corazón.

Y ¿qué cosas podemos escuchar y aprender del personaje de Atticus Finch a lo largo de su historia? Sirvan de ejemplo, dos reflexiones que traslada a sus propios hijos cuando estos le preguntan acerca del porqué acepta la defensa de Robinson (de un negro) si todo el mundo parece decirle que debería dejarlo.

“Quizás cuando seáis mayores recordaréis esta época de vuestra vida con cierta compasión y con la certeza de que no os traicioné. Este caso, el de Tom Robinson, es algo que atañe a la esencia misma de la conciencia de un hombre…Scout (le dirá dirigiéndose a su hija) yo no podría ir a la Iglesia y adorar a Dios si me negase a ayudar a ese hombre”

Y en otra ocasión, también, les dirá a sus hijos “Tienen derecho a creerlo (los que piensan que tienen razón y que yo estoy equivocado aceptando la defensa de Tom Robinson) y tienen derecho a que se respeten sus opiniones, pero para poder vivir con otras personas tengo que poder vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno.”

Creo que son suficientes estas dos reflexiones para darnos cuenta del personaje al que nos acercamos conforme conocemos la historia que nos narra la lectura del libro.

Otros rasgos atractivos de Atticus serán su falta de presunción (fue un excelente tirador y un excelente jugador de ajedrez pero nunca ha presumido de ello). Es un hombre que es igual en la vida pública que en la vida privada. Su definición de democracia: ”Derechos iguales para todos, privilegios especiales para ninguno”

Al finalizar el juicio de Tom Robinson y cuando la sentencia para éste ha sido condenatoria, Atticus abandonará la sala. En ese momento, sus hijos que han estado en la parte de arriba (la zona en la que pueden estar las personas de color) escucharán como el reverendo Sikes (un hombre de color) le dirá a Scout “Señorita Jean Louise, póngase de pie. Pasa su padre”. Todos los hombres y mujeres que están en esa zona de arriba se pondrán de pie al paso de Atticus. Ese momento, que la película recoge de forma magistral y consigue que los pelos se ericen, en el libro logra el mismo efecto. El tremendo respeto y admiración por un hombre bueno y recto, alguien de quien otro personaje del libro dirá “estamos rindiendo a Atticus el tributo más grande que podemos rendir a un hombre. Depositamos en él la confianza de que obrará rectamente” No es poca cosa, ¿verdad?

Todo esto y más es la historia que nos cuenta Harper Lee en “Matar a un ruiseñor”, la historia que contada por una niña nos sitúa en una etapa de su vida que gira alrededor de un hombre grande en la acepción más hermosa del término. Un ser humano que nos engrandece a todos y del que todos deberíamos aprender.

No debe ser fácil ser como Atticus, pero imagino que cuando alguien así llegue al final de sus días podrá mirar hacia atrás con la certeza de haber obrado de forma correcta y honesta, con la conciencia tranquila y sabedor de que no traicionó a nadie y que en su vida privada fue igual que en su vida pública. Tomando, de nuevo, la propia reflexión de Atticus, podrá presentarse tranquilo ante su Dios.

Sí. Es una historia de valores y de principios, de ser y actuar con coherencia, sin contradicciones esenciales. Es una historia de ejemplaridad en el comportamiento porque Atticus tiene las riendas de su vida, sabe liderarse a sí mismo porque actúa sobre sus principios y sus valores.

Les propongo, ahora, que hagamos un pequeño viaje hacia el futuro. Imaginen que han transcurrido ya muchos años desde este 2014 y toman la decisión de echar un vistazo hacia atrás, hacia la vida que han vivido.

Y les invito a que en este juego de imaginación del futuro, se hagan diversas preguntas acerca de las elecciones y decisiones que tomaron a lo largo de su vida. Acerca de si esas elecciones se fundamentaron en sus principios, en sus valores y en su libertad. Y les propongo que se pregunten, por ejemplo:

Si su elección fue aventura en lugar de seguridad,
Si su elección fue pedir disculpas en lugar de engañar,
Si su elección fue ser amables en lugar de ser groseros,
Si su elección fue servir o ser servidos,
Si su elección fue ser honesto e íntegro o mirar para otro lado,
Si su elección fue cuidar o desentenderse,
Si su elección fue ganarse la autoridad en lugar de conseguir poder,
Si su elección fue liderar su propia vida o dejar que otros la dirigieran.

En definitiva, esa mirada desde el futuro que les propongo debiera hacerles reflexionar acerca de cómo fue el uso de su libertad para elegir lo que son y cómo ejercieron su responsabilidad en la construcción de la persona que han llegado a ser.

Y permítanme que cite aquí a Viktor Frankl cuando en su obra El hombre en busca de sentido al hablar sobre la libertad del hombre, afirma que “El hombre no está totalmente condicionado y determinado; él es quien determina si ha de abandonarse a las situaciones o hacer frente a ellas. En otras palabras, el hombre se determina a sí mismo. El hombre no se limita a existir sino que siempre decide cuál será su existencia y lo que será su minuto siguiente”

Volvamos al presente.

Creo no equivocarme si afirmo, en este acto de entrega de diplomas, que lo que se espera de todos ustedes es contribución y resultados. Habrán de decidir si esa contribución y esos resultados los generarán en una empresa grande, mediana o pequeña, creando y desarrollando un proyecto propio, enseñando, o trabajando en un proyecto solidario. Cada uno de ustedes determinará a lo largo de su vida si esa contribución y esos resultados habrán de tener contenido económico, social, cultural, moral, de servicio o una mezcla de todos ellos. Cada uno de ustedes habrá de definir y concretar cuál será su MISIÓN.

Termino. Hoy es un día de referencias cinematográficas y mi última reflexión nos lleva a la película de Steven Spielberg “Salvar al soldado Ryan”. Casi al final de la película el personaje del capitán Miller interpretado por Tom Hanks, poco antes de morir por las heridas tras los combates con los soldados alemanes, le dirá al soldado Ryan, “Ryan hágase digno de todo esto”. Veremos a Ryan ya anciano ante la cruz con la inscripción del capitán Miller en el cementerio de una de las playas de Normandía preguntándole a su mujer si ha vivido una vida digna y como esta le responde que sí.

Es cierto que lo que hay fuera puede no ser tremendamente prometedor, es cierto que hay problemas, que hay crisis, que hay una dura globalización y, a veces, hasta desesperanza. Pero yo les invito a que miren los ejemplos de personas como Winters, Atticus y hasta el propio Ryan. Créanme, personas normales y corrientes como los que hoy estamos aquí. Vivieron en entornos muy difíciles y complicados y aun así, ejercieron su libertad, su responsabilidad, fueron fieles a sus principios y decidieron la manera en que querían construir su vida. Una vida digna.

En sus manos está la vida que quieran vivir, los profesionales que quieran ser, la integridad y honestidad con que quieran afrontar su presente y también su futuro, la verdad con la que quieran liderar su propia vida y la de las personas con las que se encuentren a lo largo de la misma.

Creo que no hay mejor legado para el futuro que el de que el día de mañana se pueda decir de cada uno de ustedes que construyeron y lideraron su propia vida y que esta, además estuvo llena de dignidad.

Yo así lo espero. Muchas gracias.

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