Hace no demasiado tiempo se produjo la destitución de Emmanuel Faber como CEO y presidente de la compañía DANONE.
a primera noticia que tuve sobre Faber fue como consecuencia de un discurso de graduación en la Escuela de Hautes Études Commerciales de París, dirigido a los alumnos de la promoción de 2016. Fue un discurso poco habitual y diferente. Habló de la historia de un hermano suyo, ya fallecido, y que vivió con la enfermedad de la esquizofrenia, habló de justicia social y de la importancia de no dejarse subyugar por la gloria, el dinero y el poder. Faber parecía un modelo de directivo diferente al que casi todos estábamos acostumbrados porque parece que no solo decía cosas poco habituales, sino que en su gestión directiva puso en marcha bastantes de las cosas de las que hablaba.
Bajo su mandato, Danone puso más foco en políticas de responsabilidad social incluyendo una modificación de los estatutos apuntando en esa línea; la idea de que la responsabilidad de las empresas ha de ir más allá de la retribución a los accionistas; el gasto en la reducción de consumo de plásticos y hasta un cierto recorte en marketing y publicidad.
En paralelo a todas estas acciones, los resultados económicos de la compañía no parecen haber acompañado a su gestión y más si son comparados con los de su más directa competencia como Unilever o Nestlé, llegando a casi un 25% la caída de las acciones de la compañía a lo largo de su mandato.
Se plantea aquí una curiosa situación en la que entra en juego el equilibrio que debe de haber entre los resultados económicos de la compañía y su responsabilidad social (ESG). Es cierto que la responsabilidad de la empresa va mucho más allá de los resultados financieros positivos, pero parece evidente que sin estos o sin los niveles que “el mercado y determinados accionistas esperen en cada momento” los ESG no serán suficientes para que un CEO sea considerado el adecuado para pilotar una compañía en un determinado momento. Quiero imaginar que si la situación fuese a la inversa la decisión de los mercados y de determinados accionistas no sería diferente.
¿Y si comenzásemos a pensar de otro modo? ¿Qué sucedería si para que esos niveles de ESG fuesen los adecuados y necesarios, los resultados financieros hunieran de ser algo inferiores (nunca negativos)? Es decir, acostumbrarse a ganar menos dinero y, por tanto, a obtener una menor rentabilidad económica. En el caso de Danone, parece que los mercados incluso han premiado la salida de Faber con unas ciertas subidas.
Es cierto que el mundo está cambiando. Y resulta curioso comprobar que muchos de los que hablan de cómo el mundo cambia, siguen aferrados a criterios basados exclusivamente en la rentabilidad financiera. No estaría mal que esos tiempos que están cambiando reclamen, también, que no pasa nada por renunciar a un poquito de esa rentabilidad financiera.
Quizás hubiera sido necesario dar más tiempo para valorar los resultados de la gestión de Faber. No tengo ninguna certeza al respecto. A mí me ha parecido un directivo muy valioso que no se ha limitado a las palabras (mucho discurso buenista por ahí suelto) sino que ha pasado a los hechos. Espero sinceramente que el tiempo le de la razón y que el camino que el ha abierto sea el correcto y adecuado a tomar desde ahora. Sinceramente, creo que todos saldríamos ganando y no solo, y exclusivamente, los accionistas y los mercados.
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