Dado que el verano suele ser (pese a las olas de calor) una época propicia para la lectura, decidí esta vez coger entre mis manos un libro que había comprado hace ya unos años y que varias veces había comenzado a leer, pero sin conseguir dar continuidad a esa lectura. Esta vez sí, lo he leído y cuánto me arrepiento de no haberle dedicado antes mi tiempo .

El libro es Lo pequeño es hermoso, su autor es Ernst Friedrich Schumacher. La primera edición es del año 1973. Son una serie de ensayos en los que aborda diversos aspectos tales como la tecnología, los recursos naturales, la agricultura, la producción, los recursos naturales, etc. Alguien que fue profesor mío en el pasado me dijo que ese libro era casi teología.

Me voy a centrar en uno de los aspectos que aborda el libro y, en concreto, acerca del uso “apropiado de la tierra” y lo hago porque lo estaba leyendo mientras no hacían más que aparecer noticias sobre los enormes incendios que hemos padecido en España durante este verano.

Schumacher realiza diversas afirmaciones que me resultaron enormemente curiosas en relación con la naturaleza. Por ejemplo, que la civilización occidental piensa que se ha emancipado de la dependencia de la naturaleza. Asimismo, que al hombre le fue dado el dominio de la naturaleza, no el derecho a tiranizar, arruinar o exterminar a aquella y lo que contiene. Y cita para ello el Génesis.

Otra de las afirmaciones que realiza es el grave error que ha supuesto la aplicación de los principios de la industria a la agricultura mediante la generación de unidades agrícolas más grandes que son dirigidas como si fuesen industrias.

A su juicio, la orientación principal de la administración de la tierra por el hombre debieran ser tres metas: SALUD, BELLEZA Y PERMANENCIA frente a la obsesión por la producción que debiera ser tan solo un subproducto.

Para Schumacher la agricultura no debiera estar orientada solo a la producción de alimentos, sino a mantener al hombre en contacto con la naturaleza viva, de la que constituye una parte muy vulnerable; humanizar y ennoblecer el hábitat del hombre y hacer posible la existencia de animales y otros materiales que son necesarios para el sustento de la vida.

Por todo ello abogaba por la reconstrucción de la cultura rural, facilitar la tierra para la ocupación plena de la mayor cantidad de gente (fuese a dedicación total o parcial) y, por supuesto orientar nuestras acciones respecto a la tierra a las tres metas antes mencionadas: SALUD, BELLEZA y PERMANENCIA.

Este verano he estado en mi tierra, Asturias, y moviéndome por los pueblos he echado de menos la presencia que antes había de tierras cultivadas de productos diversos (aunque fueran pequeñas parcelas); la presencia pacífica de vacas paciendo por los prados. Y he visto caminos cerrados por una vegetación exuberante porque ya no pasan ni animales ni personas. Y aunque el paisaje sigue aportando belleza, algo se ha perdido. Y quizás se está perdiendo también esa posibilidad de humanizar el hábitat del hombre (por ejemplo, eso que se llama la España vaciada).

Es un libro de 1973 pero cuántas de las cosas sobre las que escribía en aquellos años me parece ver ahora presentes en la realidad que vivimos. Y cuánto me duele que estemos perdiendo esa SALUD, BELLEZA y PERMANENCIA que el autor reclamaba en relación con la naturaleza que nos rodea.

Puede que nos estemos haciendo más feos, más tristes y quizás hasta menos vivos. Y me temo que eso no es bueno.

 

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