Una íntima convicción es una película francesa del año 2018. Dirigida por Antoine Raimbault nos sitúa frente a un juicio de apelación a un hombre que ha sido absuelto en primera instancia del delito de haber asesinado a su mujer, dado que su cadáver no ha aparecido, no se sabe nada de ella y no aparecen pruebas incriminatorias. La apelación es interpuesta por el fiscal del caso. El juicio trae al presente lo que sucedió hace unos años, la investigación desarrollada y nos presenta a todos los personajes que con sus luces y sus sombras aparecerán en la película.
Un contexto como el que la película plantea, es el lugar perfecto para que las emociones, las interpretaciones y convicciones personales de lo que podría haber sucedido, salgan a la luz. Será en ese contexto en el que el personaje del abogado defensor realizará, a mi juicio, un impactante discurso en el que resaltará el valor de la duda, la necesidad de la certeza, la importancia de los hechos, de la realidad, y no de la interpretación que se hagan de los hechos. Expone de forma brillante como la razón (tan criticada pero cada día más necesaria en este desastroso mundo) ha creado la norma jurídica que exige que exista un hecho acreditado para que sea subsumido en la misma y aquella pueda ser aplicada.
Vivimos tiempos en los que escuchamos decir que la realidad no existe, sino que somos nosotros los que la creamos, vivimos tiempos en los que para algunos la realidad es tan solo la interpretación que nosotros hagamos de ella porque lo que importa es el observador que mira. Y la película nos pone frente a la tozudez de los hechos, de la realidad, interpelándonos de una manera clara y directa, a veces brutal.
La película creo que no solo nos pone ante el hecho de analizar con qué facilidad nos volvemos jueces, abogados, fiscales y demás. A mi juicio nos alerta, y mucho, del peligro de no hacer caso de la realidad, de obviar los hechos y lo evidente, de lo fáctico, y desde esa perspectiva construir un mundo ficticio aunque no tenga base en lo real, de modo que una creencia se convierta en un hecho, una interpretación se convierta en una norma y el mundo solo tenga sentido desde la propia mirada.
Bendita y tozuda realidad: creo que esa es una de las lecciones más importantes de esta película. Solo por ello merecería la pena ir a verla.
Comentarios recientes