Recupero hoy por la mañana un artículo que leí hace ya tiempo y que comentaba las cosas de las que, según el psiquiatra Enrique Rojas, más se arrepienten las personas antes de morir. Al leerlo, recordaba otro artículo que leí hace ya unos años en los que una enfermera revelaba las confesiones de pacientes moribundos. Era curioso porqué había bastante similitud en ambos textos.
Entre esos arrepentimientos me interesa poner mi atención en tres de ellos: el de haber dedicado demasiado tiempo a trabajar (vivir para trabajar), haber dedicado poco tiempo a la familia, y la falta de coraje para haber hecho aquello que realmente se quería.
Si esos arrepentimientos son ciertos y generalizados, no puedo evitar preguntarme acerca de las razones de por qué no somos más sensatos en nuestro devenir diario.
¿Qué tipo de principios y valores nos inspiran y mueven en el día a día y hasta que punto somos coherentes con ellos en nuestro comportamiento?
¿Qué tipo de conocimiento tenemos de nosotros mismos, de lo que somos y de lo que queremos y podemos llegar a ser?
¿Qué es lo que ponemos en la cúspide de nuestra pirámide vital como lo más importante para nosotros?
Nunca afirmaré que quienes al abandonar este mundo muestren esos arrepentimientos no hayan tenido una vida valiosa, seguro que lo ha sido, pero tiene que ser duro reflexionar y mirar hacia atrás y comprender que su vida habría podido ser mejor de otra manera y que incluso eso estuvo en sus manos hacerlo, pero no se hizo.
Seguramente haya quien no pudo hacer otra cosa, pero sospecho que la gran mayoría hicieron (o estamos haciendo) en cada momento una elección “libre” y lo que creo que uno debe preguntarse es si esa elección está en línea con lo que decimos que guía nuestra vida (bondad, belleza, honestidad, integridad, etc.); con lo que soñamos o anhelamos llegar a ser (fruto de conocernos y saber en dónde podemos aportar y servir); y plenamente al servicio y entrega de aquello que decimos amar más que a nada en este mundo.
La vida de cada uno es un precioso y único tesoro. Hacer crecer ese tesoro y que brille (y no para presumir sino para servir) depende, creo que en una parte muy importante, de las elecciones y decisiones que en cada momento tomamos. Que las mismas sea coherentes con nuestros principios y valores, con lo que queremos y podemos ser, y en servicio a lo que más amamos suele ser una garantía de una vida puede que complicada, pero feliz y de la que llegado el momento de despedirnos no nos exija mirar hacia atrás con pena por lo que no hicimos, sino que nos permita despedirnos con una gran sonrisa.
Comentarios recientes