Se atribuye a Einstein la siguiente frase “Si yo tuviera una hora para resolver un problema, y mi vida dependiera de la solución, gastaría los primeros 55 minutos en determinar la pregunta apropiada, porque una vez conociera la pregunta correcta, yo podría resolver el problema en menos de cinco minutos”.
La cuestión es que nuestro mundo parece ansioso por encontrar respuestas sin casi hacerse preguntas. Si cualquiera de nosotros entra en una red social da la impresión de que el universo está lleno de los denominados “tolosa” (todo lo saben) siempre prestos a dar una respuesta ante cualquier situación. Rara es la ocasión en la que nos encontramos con preguntas. Y eso resulta preocupante porqué deberíamos hacernos a nosotros mismos muchas preguntas que nos ayudasen a descubrir quiénes somos y cómo somos. Verán, en mi experiencia profesional a lo largo de los años quizás lo que más he hecho es entrevistar personas y una de las cosas que más me llamó la atención es el escaso número de personas a las que entrevisté que realmente tenían un conocimiento cabal acerca de quiénes eran. Y eso se notaba en las respuestas (que nunca eran lugares comunes) y en la forma de abordar la entrevista. Asimismo, otro de los elementos que detecté fue que eran personas que lideraban sus vidas y fruto del conocimiento y del liderazgo sabían perfectamente cuál era su lugar en el mundo en términos de aportación, de generación de valor y de lo que podían hacer bien y de lo que no iban a hacer bien. Frente a ello, una gran mayoría de personas sabían poco de sí mismas, solían generar respuestas aprendidas, leídas en internet, o sacadas de algún manual. Y curiosamente, eran personas que carecían de liderazgo de sus propias vidas. Asimismo, cuando en algún programa formativo y en voz alta he pronunciado diversas preguntas relacionadas con el conocimiento de uno mismo a personas ya con experiencia profesional amplia, más de una vez me he encontrado con un “Emilio, es que nunca nadie nos había planteado estas preguntas, ni siquiera nosotros mismo”
Si posamos nuestra mirada sobre el concepto de pensamiento crítico nos encontramos con que se podría definir como la capacidad del ser humano para analizar, evaluar y cuestionar la información existente y así determinar si es verdadera y, en consecuencia, poder formarse un juicio fundamentado. Y preguntar es indagar, cuestionar, sondear con el objetivo de encontrar la verdad. Y preguntarnos acerca de nosotros mismos es ponerse en camino respecto a la propia verdad de la vida de cada uno. Y aunque es cierto que no es fácil el conocimiento de uno mismo -Huxley decía que era doloroso y que por ello se preferían los placeres de la ilusión- renunciar a ello es, a mi juicio, renunciar a la plenitud y singularidad a la que todos y cada uno estamos llamados. Decíamos en el artículo anterior que liderar el propio talento, la propia vida fruto de ese autoconocimiento, era un magnífico ejercicio de libertad.
Y me voy a permitir citar aquí al papa Francisco cuando afirma en su Encíclica Dilexit Nos la bondad de dejar brotar preguntas decisivas como: quien soy realmente, qué busco, que sentido quiero que tengan mi vida, , mis elecciones o mis acciones; por qué y para qué estoy en este mundo, como querré valorar mi existencia cuando llegue a su final, qué significado quisiera que tenga lo que vivo, quién quiero ser frente a los demás, quién soy frente a Dios” Y continúa más adelante escribiendo “en la sociedad actual el ser humano corre el riesgo de perder su centro, el centro de sí mismo….casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar…. Falta corazón”
Y no puedo si no suscribir estas palabras del papa Francisco. Nos está faltando corazón y pensamiento crítico para aventurarnos en el conocimiento de nosotros mismos. Hemos de comprender que el liderazgo nace de dentro y es ahí cuando se toma conciencia de uno mismo, cuando se comienza a ordenar la propia vida.
Reflexionar sobre uno mismo es un privilegio del ser humano y el que nos permite construirnos poco a poco. Y ese encuentro con nosotros mismos es lo que nos permitirá, también, encontramos con los otros.
En nuestro programa Autoliderazgo: lidera tu talento, mediante preguntas, dedicamos el segundo taller a ese proceso de autoconocimiento dejando importantes pistas y orientaciones para que la persona pueda comenzar a ser más consciente de quien es y desde ahí, iniciar el siempre interesante sendero que le lleve hacia quien quiera ser.
Magnífica reflexión, pero ¡qué difícil de poner en práctica!
Al economista Tyler Cowen le preguntaron una vez qué autor le había influido más.
«Cervantes —respondió—. Don Quijote vive fuera de la realidad, pero gracias a ello tiene una energía de la que los demás carecen. No se conoce a sí mismo y, cada vez que se vislumbra, se desanima. La materia más dura es uno mismo».
¿Y cuál era su recomendación?
«Hay que ser a un tiempo Quijote y Sancho —decía—. Abrazar tus contradicciones te proporciona una suerte de paz».