En la película Naufrago interpretada por Tom Hanks hay un momento que me parece revelador e interesante. Tras su regreso al mundo mantendrá una conversación con su mejor amigo y, en la misma rememora, quizás, el peor momento que vivió en su experiencia como naufrago. Fue cuando llegó a la conclusión de que no saldría vivo de allí, que moriría solo y abandonado. En aquel momento decidió que el elegiría y controlaría el cómo, el cuándo y el dónde de su muerte.
Cuando tomó la decisión de quitarse la vida colgándose de un árbol probó la resistencia de este y el árbol quebró. Ni siquiera pudo matarse, y entonces se dio cuenta de que no tenía poder sobre nada. De manera casi inmediata entendió que lo que tenía que hacer era sobrevivir, seguir respirando como fuera aun sin motivo alguno para la esperanza. La lógica le decía que no volvería a ver ni a sus amigos ni a su novia cuya imagen le ayudó a mantenerse. Pero decidió sobrevivir y descubrió que la lógica estaba equivocada. Días después, la marea le trajo una vela con la que poder navegar. Al final puedo volver a su casa y encontrarse de nuevo con sus amigos. Había decidido seguir respirando porque al día siguiente volvería a amanecer y quien sabe lo que traería la marea.
La escena me ha recordado a los tiempos que vivimos. Durante mucho tiempo hemos creído que podíamos en muchos casos elegir el cómo, el cuándo y el dónde para muchas cosas de nuestra vida y quizás esta maldita pandemia nos ha hecho ver que no podemos controlar casi nada. Entonces lo que nos toca es sobrevivir y seguir respirando porque no sabemos lo que nos puede traer la marea. Tal vez una vela que nos haga poder llegar a otros lugares que ahora nos parecen impensables.
No podemos renunciar a lo que puede llegar y que no está en nuestras manos. Seguramente nunca lo había estado, pero nada de eso debe hacernos dejar de sobrevivir y respirar porque eso es la vida.
Todos tenemos muchas “imágenes” para seguir adelante y mantener la esperanza respecto a lo que pueda traer la marea, todos los días sigue habiendo motivos para la esperanza aunque muchas veces no lo parezca.
La fuerza que impulsa la pasión de vivir no tiene nada que ve con la razón, es instintiva.