Creo recordar que fue en los años 90 cuando leí por primera vez una reflexión del presidente de una corporación americana que decía algo así como “el mayor activo de esta empresa sube y baja todos los días en el ascensor de nuestras oficinas” Aquella reflexión nos parecía fascinante e inspiradora a los que comenzábamos a interesarnos por el mundo de los rrhh. En los años posteriores ha sido una constante escuchar a muchos profesionales de la empresa proclamar al universo entero que las personas estaban en el centro de sus organizaciones, que las personas eran el eje de su actuación, o que había pasión por las personas. Y pasados los años desde entonces esa cantinela se ha repetido, podríamos decir, “ad nauseam”.

Y no tengo que dudar de las buenas intenciones detrás de todas esas manifestaciones, pero los hechos me han llevado a constatar que eso casi nunca es así y que lo que suele primar son criterios económicos o financieros. Es verdad, sin resultados no hay nada. Lo que me parece equivocado e inadecuado es no poner de verdad a las personas en el centro para que esos resultados financieros y económicos sean positivos. Y no lo digo desde ese enfoque utilitarista tan habitual hoy en día, en el que se valora a la persona solo si es más productiva cuando está feliz. Cada vez que lo escucho o leo no puedo evitar pensar que se convierte al individuo en un objeto para algo, en un medio. Y lo realmente importante es mirar a ese individuo como sujeto, como fin.

Es por ello por lo que con el tiempo fui entendiendo cada vez más y mejor esos habituales comentarios, tantas veces escuchados a personas en las formaciones que he impartido en empresa. Por ejemplo “por qué no le explica esto a nuestros jefes” o “de que me vale esto si luego no me lo van a dejar aplicar”. Y así tantas y tantas veces.

Quizás esta haya sido la razón fundamental de haber decidido hace unos años poner el foco profesional en los individuos, en las personas y no en las organizaciones. No tengo dudas de que habrá empresas que lo estén haciendo bien y realmente estén poniendo a las personas en el centro. Probablemente no hemos sabido encontrarlas o quizás nuestra propuesta no les ha resultado atractiva.

Hoy nuestra propuesta se dirige a personas concretas, con nombre y apellidos. No nos dirigimos a departamentos ni estructuras. Trabajamos con:

  • Personas con experiencia profesional que quieren hacerlo de otro modo y buscan un espacio de reflexión.
  • Personas que se inician en el mundo laboral y necesitan conocerse para construir su propio camino.

Reconozco que es todo un reto. Creo que existe una cierta cultura a dejar que sea la empresa la que proponga en un momento determinado un curso, una formación, un proceso de coaching, etc. O bien a considerar que cuando has terminado tus estudios ya estás preparado para afrontar los retos de incorporarte a cualquier posición.

Sin embargo, nosotros creemos muy seriamente que cuando la persona se mira a sí misma como sujeto, no como objeto, y se pone en marcha pueden pasar cosas interesantes:

Descubrir todo lo que se lleva dentro y que no debe seguir guardado. Desde muy antiguo sabemos la mala decisión que es mantener ocultos y guardados los talentos.

Descubrir cuál ha de ser la propia aportación al mundo y como servirle mejor. (aunque sea un mundo profesional pequeño el que hay a su alrededor)

Descubrir las oportunidades que pueden dar herramientas como la empatía, la confianza, la colaboración, la honestidad y la paciencia. Probablemente Margaret Heffernan denominaría a esto generar capital social.

Descubrir que no se es un número, aunque esa sea la tendencia generalizada.

Descubrir que se puede seguir aprendiendo por qué una persona no es una foto fija y ya.

Descubrir que la organización se podría convertir en su caja de herramientas para hacer cosas interesantes. Eso tan “cuqui” que se dice ahora de “se vienen cositas”

Y muchas más cosas….

Por todo esto apostamos cuando trabajamos de manera individual o en aula con personas que tienen nombre y apellidos.

No olvidamos que todos los seres humanos están llamados a brillar y a la grandeza. Nadie debería quedar apagado y en la mediocridad.

Al menos ese será nuestro objetivo con nuestras modestas posibilidades.

Share This