El pasado miércoles 22 fue miércoles de ceniza. Ese día El Evangelio nos relata como Jesús de Nazareth habla a sus discípulos acerca de la manera en que han de actuar en cuestiones tales como la limosna, la oración, el practicar la justicia etc. Para Jesús todo eso ha de ser realizado con discreción, sin aspavientos, de modo que la mano derecha no se entere de lo que hace la mano izquierda y que, incluso, cuando se renuncie a cosas (ayuno) no se ponga cara de estar haciéndolo, sino todo lo contrario. En definitiva, es toda una propuesta de modo de vida: sencillez, humildad y discreción.

Me llama la atención el contraste que esta propuesta supone con lo que vemos de forma habitual a diario. Una cierta ostentación, poner de manifiesto con una constancia ciertamente cansina lo brillante que uno es y la de cosas que se hacen, etc. Algo que con mucha gracia se denomina “postureo”.

En su película “Cartas de Iwo Jima” Clint Eastwood nos presenta una escena muy curiosa en la que un soldado japonés traduce la carta que un soldado americano, herido y prisionero, ha recibido de su madre. En ella, entre otras muchas cosas, la madre le dice a su hijo soldado “haz lo correcto porque es lo correcto”.

Y habitualmente, una madre sabe muy bien que es hacer lo correcto. Creo que esta es la clave. Hacer las cosas correctas, lo adecuado porque sabemos que eso está bien y esa ha de ser la recompensa, la certeza de que se está haciendo lo correcto. Eso debiera ser suficiente. El postureo, tan de moda y tan presente, debiera sobrar.

Así pues, estas recomendaciones del Evangelio con motivo del miércoles de ceniza (en donde se nos recuerda que polvo somos y en polvo nos convertiremos) y de la madre que escribe una carta a su hijo en la guerra, me han parecido perfectas para el creyente y para el no creyente, como modo y estilo de vida.

Sospecho que el postureo a muchas madres les resultaría superfluo; tengo la certeza de que con Dios el postureo no funciona.

Share This