Quizás escribir ahora sobre Churchill pudiera ser una mezcla de osadía y de lugar común. En el fondo, estas líneas tratan sobre una película que aborda la figura de Churchill en el transcurso de la II Guerra Mundial y poco antes del desembarco de Normandía.

La película es del año 2017 y está dirigida por Jonathan Teplitzky, la figura de Churchill está interpretada por Brian Cox. He visto esta película por segunda vez porque en la primera ocasión me sorprendió el tono crítico y no excesivamente complaciente acerca del personaje. Y todos estamos muy acostumbrados a contemplar la figura de Churchill desde un punto de vista casi heroico y hasta mítico con su “no nos rendiremos” o su “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.

Me sorprendió en la película el enfrentamiento que Chuchill sostiene con los jefes militares responsables de la Operación Overloard a causa de las diferentes visiones acerca del desembarco en Normandía. Y es en ese enfrentamiento, que la película refleja muy bien, lo que pone de manifiesto como de difícil o casi imposible es el proceso de cambio de Churchill de aceptar que el “arte de la guerra” tal y como el lo conoció ha cambiado y eso sígnica que sus conocimientos y experiencias (especialmente durante la 1ª GM en los Dardanelos) marcan la visión que tiene. En la guerra ha habido “innovación”, ya no es todo infantería. Hay una fuerte resistencia a aceptar que Overlord, pese a sus riesgos, no es un desembarco como pudieron ser otros en el pasado. Es llamativo como todo eso bloquea su enorme capacidad para analizar la realidad hasta llegar a convertirse en un serio obstáculo en los planes del desembarco. Es no aceptar ni la innovación ni el cambio subsiguiente.

Desde el punto de vista del liderazgo, la posición de Churchill envenena esa realidad porque si no es capaz de ver esos cambios desconfía de todo lo que se le presenta y de quienes se lo presentan. Entonces, nadie será capaz de encarrilar y liderar la guerra, excepto él. A partir de ahí, su liderazgo ni lidera ni deja que los demás lo hagan. No está sabiendo retirarse y dejar su espacio a los que sí saben.

Churchill está dejando de ser el líder político que levanta a una nación, que la mueve frente a un enemigo que parecía invencible, para convertirse en un líder que bloquea e impide. No está sabiendo entender cuáles son los límites de su liderazgo. Quien confiaba en su nación y en sus habitantes no es ahora capaz de confiar en los hombres y mujeres que han asumido la tremenda carga de liberar Europa con los ejércitos.

Por otro lado, no quisiera terminar estas líneas sin hacer referencia a un personaje secundario en esta película pero que será el contrapunto de Churchill. Me refiero al General Einsenhower, el frontal en el que Churchill chocará en su afán por parar el desembarco. Sale poco en la película, pero su presencia nos habla de alguien que ha evolucionado, que ha comprendido y estudiado al enemigo, que ha observado como la guerra ha cambiado y “el arte de la misma ha innovado”. Y me quedo con la enorme soledad de quien ha de tener que tomar la terrible decisión de desembarcar en medio de una notable incertidumbre pese a la oportunidad que el clima parece va a dar permitiendo el movimiento de las tropas. Una decisión que enviaría a muchos jóvenes a morir.

Cambio, innovación, liderazgo caminan juntos muchas veces, casi siempre me atrevería a decir. Si quien está arriba no es capaz de verlo hay un problema. En realidad, siempre hay un problema cuando no somos capaces de comprender que las cosas cambian, que la innovación es necesaria y que detrás de toda innovación suele llegar un cambio. Si no lo comprendemos y lo integramos, limitaremos nuestra capacidad de liderar y limitaremos a los demás. Ni siquiera un liderazgo, tan admirable en muchos aspectos, como el de Churchill estuvo exento de esa tentación.

Churchill finalmente parece que lo entendió y tras el desembarco pronunció un discurso en el que, de nuevo, supo lo que tenía decir a la nación y al mundo libre.

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