Hace ya unos años escribí unas líneas sobre un nuevo y moderno miedo: el “miedo a perderse algo”. Existe un acrónimo en inglés que es “fomo” (fear of missing out). Entre nosotros, tenemos otra expresión que es la de “no te lo pierdas” aunque creo que tiene otros matices pues apunta más a oportunidad que a miedo.

Nuestro mundo es enorme, capaz de generar una enorme cantidad de información, las ventanas se han abierto de tal manera que no es nada fácil gestionar toda esa información y podemos vernos, primero abrumados y luego desconcertados. Somos, en cierto modo, la sociedad abierta de la que hablaban ya en su momento Bergson y Popper.  Y creo honestamente que eso es bueno, aunque creo que también tiene sus riesgos.

Y quisiera centrar estas breves líneas acerca del concepto de “fomo” pensando en la gestión de las personas en las organizaciones.

Tengo la impresión de que es este un terreno especialmente abonado para vivir en una especie de permanente “fomo” dado que cada poco tiempo surge algo nuevo para poner en marcha en las organizaciones. Un sencillo ejemplo puede ayudarnos a comprender que es lo que quiero decir. En el campo de la gestión de personas las denominaciones y terminologías tienen, creo, bastante de “fomo”: lo que antes eran departamentos de personal, fueron luego de recursos humanos, más tarde de capital humano, volvieron a ser de recursos humanos otra vez (pero dependiendo de si se era business partner o no), y en los últimos tiempos es la palabra talento la que no hay que perderse, aunque ya amenaza por ahí la palabra “agilidad”.

Quien no ha visto el vertiginoso desfile de conceptos, ideas, proyectos, modelos, etc. elaborados para la gestión de las personas en las organizaciones. Desde los clásicos modelos de descripción de puestos, sistemas de evaluación del desempeño, la gestión por competencias, la gestión por valores, la gestión del conocimiento, la gestión del talento, la gestión del compromiso, la inteligencia emocional, el liderazgo de valores, el liderazgo emocional, el líder o jefe coach, la gestión sistémica de equipos, la gestión ágil, la felicidad y bienestar, etc. Aunque si lo escriben en inglés el “fomo” es más fuerte.

Y claro, ¿cómo evitar el “fomo” cada vez que se oye una nueva tendencia?, ¿cómo no mover el cuerpo y hacer la ola si alguien viene con planteamientos acerca de la sostenibilidad, la inclusión, la diversidad, etc.?

Dios mío, ¿Quién se resiste a semejante trasiego de nuevos conceptos y modelos?, ¿cómo no estar a la última?, ¿cómo no comprar el último libro del “gurú” superlisto que nos pone de ejemplo a los clásicos, aunque luego no leamos a los clásicos (y que bien nos vendría eso)? Pues sí, en este mundo creo que existe bastante “fomo”. No ha habido tiempo de ver si algo funciona cuando ya hay alguna mente brillante que se inventa una nueva cosa y rápidamente tantos y tantos, haciendo fila para comprarlo porque corremos el riesgo de quedarnos “out”

Y para todo ello abundan las jornadas, los encuentros, los eventos, los webinars (maldita pandemia) y lo que haga falta. Y me temo que lo que nos pasa es que no aprendemos, tan solo acumulamos. Y eso no es bueno.

Termino haciéndome algunas preguntas:

¿Se auditan los numerosos programas relacionados con las personas que se ponen en marcha en las empresas? ¿Existe información del impacto y resultados, beneficios y cambios puestos en marcha a consecuencia de esos programas?  ¿Existe feedback para saber si funcionan, si han merecido la pena?

¿Qué opinan de toda esta acumulación las personas que trabajan en las organizaciones y que son las “destinatarias” o sufridoras de todos estos programas?

Quizás haya que replantearse ese “miedo a perderse algo”

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