Casi todos los años por Navidad, algún canal de TV suele “sorprendernos” con la reposición de un título ya mítico como es “Qué bello es vivir” dirigida por Frank Capra en el año 1946 e interpretada en sus principales papeles por James Stewart y Donna Reed.
La historia que nos cuenta es la de George Bailey, un hombre que parece haber vivido una vida que no le satisface, una vida que solo le ha generado frustraciones (en el tener) y decide poner fin a la misma con un pensamiento en su cabeza y en su corazón: valía más la pena no haber nacido.
De manera excepcional, George Bailey tendrá una segunda oportunidad gracias al Ángel Clarence: poder ver como hubiera sido el mundo y la vida, si él no hubiera nacido. Y lo que descubre es sorprendente y aterrador. Los actos de su vida han tenido muchas consecuencias, y la gran mayoría muy buenas, en la gente que le ha rodeado en el devenir del tiempo.
Sin llegar a esos extremos, nosotros podríamos ser un poco George Bailey. Casi nunca nos paramos a pensar en las consecuencias de nuestros actos y ninguno de ellos es inocente: una mirada, un abrazo, un gesto despectivo, un no contestar. Desde los que consideremos más livianos hasta los que consideremos más trascendentales de nuestra vida, todos ellos tienen consecuencias para nosotros pero también, y mucho, para los demás. Eso es algo que la película acredita de forma sensacional.Pues bien, debiéramos de pararnos (porque tenemos esa posibilidad y sería excepcional que nos visitase Clarence) y contemplar lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. Y sin vivir el drama de un George Bailey, revisar de qué manera nuestros actos están afectando a los demás en todas las facetas de nuestra vida. Y sin ánimo de castigarnos o fustigarnos a nosotros mismos, examinar si esos comportamientos son los mejores que podríamos tener, los que hablan del verdadero yo que habita en nuestro corazón, los que de verdad ayudan a mejorar un poco el mundo (aunque sea con una gotita de agua limpia como decía la Madre Teresa), los que hablan de nuestra mejor versión, los que hacen que podamos conseguir una sonrisa, los que hacen posible una nueva oportunidad, o mantener la esperanza de volver a casa después de un duro día de trabajo sin amargor en el corazón.
Y nosotros tenemos más suerte que George Bailey. Tenemos la oportunidad de revisar y mejorar si con nuestros actos de antes y ahora nos estamos convirtiendo en mejores compañeros; si cuando hemos de liderar lo estamos haciendo de la forma correcta; si somos capaces de impulsar el cambio y la innovación a la vez que cuidamos de las personas; si somos fiables y estamos creado a nuestro alrededor un entorno de confianza.
Porque eso es lo que se espera de todos y cada uno de nosotros.
¿A qué esperas para ser un poquito de George Bailey?
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