- La importancia de tener a las personas con conocimiento de lo que tienen que gestionar y el modo en el que han de gestionarlo. El capital humano adecuado como elemento clave para resolver las situaciones. Tengo el convencimiento de que personas adecuadas en los puestos adecuados, podrían haber atenuado las consecuencias de todo lo que ha sucedido.
- La importancia de la organización en cualquier estructura. Una organización que permita asignar y coordinar los recursos y los medios con rapidez y eficacia. Sin cicatería, atendiendo a las necesidades. Nada hay más frustrante que trabajar de un modo en el que el esfuerzo dedicado, por mucho que sea, no es el más adecuado en ese momento. Y de esto saben mucho los voluntarios que han vivido experiencias de este tipo, y los afectados que mirando con cariño y afecto a esos voluntarios sabían que lo que necesitaban era maquinaria. Una buena organización suele ser el resultado de tener a las personas adecuadas.
- El valor de la solidaridad. El valor de las personas. El valor de ayudar y entregar tu tiempo y energía: comida, abrazos, lágrimas, escucha, etc. Ver todo eso me recordaba una frase leída hace muchos años a un escritor y que decía “lo bueno del ser humano se muestra en la alegría, pero se demuestra en el dolor”. Y ante ese dolor, la respuesta ha sido increíble. Ha quedado demostrado lo que hay de bueno. Y es mucho. Todo un signo de esperanza.
- Una imagen impresionante. Decenas de personas armados de escobas, cepillos, maderas y otros instrumentos formando hileras unos detrás de otros para empujar el agua en las calles de una de las poblaciones afectadas por la DANA: colaboración, cooperación, empatía, confianza. Equipo.
- Miles y miles de jóvenes trabajando sobre el terreno con una sencillas herramientas transportadas por ellos mismos, o bien organizando la recogida de alimentos y otros enseres necesarios para su posterior traslado a las zonas afectadas. Sospecho que habremos de cambiar, o al menos matizar, la idea o el concepto que pudiéramos tener en nuestra cabeza acerca de esas nuevas generaciones.
Tenemos ante nosotros realidades y experiencias que deberían hacernos reflexionar y aprender de todas ellas. Ya en pandemia escribí algo similar sobre la oportunidad de aprender de todo aquello y salir mejores personas y profesionales. Puede que nada de eso haya sucedido. No obstante, me gustaría mirar todo esto como una segunda oportunidad. Creo que merece la pena no desaprovecharla.
Y no olvidemos que muchas personas seguirán necesitando nuestra ayuda durante mucho tiempo.
Muy bueno Emilio. Hace unas semanas compartía mesa y mantel con varias personas, algunas censuraban que los voluntarios hubieran ido a Valencia a entorpecer la situación porque a su juicio, eso era competencia del Estado y la Comunidad que recordémoslo, no comparecieron. No entré a discutir, ante semejante e injusto juicio de valor, creo que mis argumentos, que están alineados 100% con lo que expones aquí, no hubieran convencido a los interlocutores, antes al contrario, habría exacerbado su distorsionada visión de generosidad y humanidad que tantos voluntarios independientemente de creencias y signo político dieron en Valencia
Hola Andrés:
Una cuestión es reconocer que la falta de organización atribuible al estado y CA haya entorpecido cualquier tipo de trabajo y otra es no reconocer el esfuerzo y el valor de quien ha ido a ayudar porque su corazón y su cerebro se lo pedían, y especialmente, tras ver la inacción de los poderes públicos. Gracias pot u comentario André. Un abrazo.