Decía una vez Magic Johnson que lo que más valoraba de su trabajo era la capacidad de hacer mejores a sus compañeros. No está nada mal como actitud.
En su libro “Once anillos” el entrenador Phil Jackson escribía que el ingrediente fundamental para hacer un equipo ganador, además de los sospechosos habituales (talento, creatividad, inteligencia, resistencia, etc.), era el amor. El amor entendido como separarse del ego propio, renunciar al interés personal y pensar en el interés colectivo.
En nuestros tiempos se ha puesto muy de moda el concepto de “persona tóxica” cuyo comportamiento sospecho que es todo lo contrario a la idea de amor.
Y otra cosa que se ha vuelto muy habitual en estos tiempos es el considerar que casi siempre es el “otro” el culpable de todo. Casi siempre hay alguien a quien culpar. Y no digo yo que no lo haya, pero pocas veces escucho o leo reflexiones que vayan en la línea de preguntarse algo parecido a ¿Cuál es la calidad de mis relaciones con los demás? y ¿Qué cosas puedo hacer para mejorarlas?
Si es verdad, y yo lo creo, que nos realizamos en el encuentro con el otro, quizás debamos reflexionar sobre nosotros mismos antes de hablar de la toxicidad de otros y tal vez debamos pensar de qué manera estamos contribuyendo a mejorar las capacidades de aquellos con los que trabajamos o a pensar en el interés colectivo.
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