A lo largo de la temporada estival se han sucedido en esta nuestra querida España diversos eventos llevados a cabo por personas no especialmente jóvenes. Por ejemplo, los conciertos de Bruce Springsteen, los de Metallica y algunos otros más. Muchos de ellos han sido aprovechados por diversas personas para poner en valor la capacidad y el talento de personas que ya han superado (de largo) la cincuentena.

Esa cincuentena que parece ser el momento en el que multitud de profesionales dejan de ser capaces de aportar valor, ser rentables, etc.,  y pasan a formar parte de una especie de cementerio profesional y laboral desde el que suele ser muy difícil volver a incorporarse de forma activa al mercado de trabajo, aunque siempre parece quedar la opción del autoempleo.

Es de agradecer ese esfuerzo por poner en valor la capacidad y el talento de tantas y tantas personas que ha superado la cincuentena. Pero he de reconocer con cierta tristeza que pocos de esos alegatos rompen los esquemas de multitud de empresas cuyos responsables siguen cerrados en banda a la posible contratación de veteranos, seniors o como queramos llamarles. El maldito edadismo.

Lo que siempre me ha llamado la atención es que la gran mayoría de altos cargos de muchas de esa empresas amantes del edadismo, suelen ser personas de cierta edad, habitualmente por encima de los 45/50 años. Pero que no tienen ningún reparo en no aplicarse a sí mismos, esas reticencias aplicables a la contratación de otros de similares edades. Es más, tengo la certeza de que se miran a sí mismos con “orgullo y satisfacción”.

Siguen vigentes, entonces, esquemas mentales del estilo “son caros”, “no van a renunciar a un salario como el que tenían”, “es gente de colmillo  retorcido”, etc., y se podría seguir.

Es lo que hay. Es una mezcla de tópicos, de miedos a contratar a personas que tengan un experiencia y conocimientos superiores (con todo lo bueno que se pudiera obtener de eso, si se gestionase de forma adecuada), y de no querer incurrir en “excesivos gastos” porqué siempre será más barato contratar a alguien más joven y con menos experiencia.

Yo creo que con una mentalidad así todos perdemos. Y me temo que no hay muchos cambios en perspectiva en cuánto a la forma de pensar, aunque todo esté lleno de escritos alabando el valor del talento senior.

La pregunta que me parece pertinente, y que todos debiéramos hacernos, es si podemos permitirnos esos lujos.

Sinceramente creo que no.

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