El otro día conversaba con un gran amigo y aprovechaba la ocasión para trasladarle mis felicitaciones por el cumpleaños de su hija. Le pregunté cuántos años cumplía y me dijo que treinta. Y pensé ¡qué barbaridad, treinta años ya! Cuando terminé la conversación caí en la que creo es una tentación muy habitual: darme cuenta de cómo pasan los años y lo mayor que estoy ya; pensar en el pasado con cierta añoranza y, quizás, hasta echar algo de menos las cosas que nunca hice. Es esta última una sensación extraña “echar de menos las cosas que nunca hice”. Comprobé como todo ello me llevó a un cierto estado de melancolía y hasta de tristeza. No es fácil tener bajo control el pasado.

Tuve suerte con mi propio cerebro y otro pensamiento aterrizó en mi mente. Aún me quedan muchos años por vivir y mis desvelos habrán de centrarse en ese espacio que aún no ha sido recorrido. Este tiempo de pandemia no invita precisamente al optimismo, pero yo mismo he de invitarme a decidir como quiero vivir los años que aún tengo por delante, las cosas que puedo hacer por mí y, especialmente, las cosas que puedo hacer por los demás. Recordaba entonces una frase del personaje de Gandalf en El Señor de los Anillos “todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron”. Y lo que me queda por vivir, es tiempo que se me ha dado y se me está dando.

De cada uno de nosotros depende lo que queramos hacer con ese tiempo que nos queda por delante. De cada uno de nosotros depende hacia donde queramos mirar: al pasado, o al presente para ir construyendo un mejor futuro.

Asumo todas las dificultades con las que me voy a encontrar y tengo la certeza de que habrá cosas que no podré hacer, pero yo he elegido el presente para construir un mejor futuro. Hacía allí dirigiré mi mirada, he decidido hacer caso a Gandalf.

Share This