Decía el otro día Colin Powell que el liderazgo fracasa cuando los soldados dejan de contarte sus problemas. A partir de ese momento dejas de guiarlos bien porque piensan que no les puedes ayudar o bien porque piensan que sus problemas no te interesan.

Es una interesante reflexión dado que los tiempos que vivimos nos presentan el espectáculo de muchos supuestos líderes que hace tiempo que han dejado de escuchar, que no parecen tener realmente mucho interés en ayudar a resolver los problemas y, además, en algunos casos, no tienen ningún recato en manifestar que no les importan, aunque siempre de manera sibilina pues suelen ser diestros en crear otros para tapar su falta de vergüenza y su falta de aptitud y actitud para aportar soluciones.

Con frecuencia, además, no solo no solucionan los problemas, sino que orientan sus acciones a exacerbar aún más los ánimos, a buscar la confrontación y a trasladar a esa misma gente la idea de que sus problemas son otros quiénes los han generado.

Son “líderes” que no entienden el concepto de servicio sino la idea de servirse; no escuchan porque están todo el día escuchándose a sí mismos y a los más cercanos que les rodean; en tiempos difíciles no son capaces de ponerse delante de la gente y decir la verdad, una verdad que seguramente muchas personas no querrán oír, pero no por eso deja de ser la verdad. No, no son valientes.

Frente a todo ello, no puedo evitar acordarme de la película INVICTUS dirigida por Clint Eastwood en el año 2009. En esta película hay una escena en la que vemos la llegada, de forma no prevista, del ya presidente Mandela a una reunión que miembros del Congreso Nacional Africano celebran y en la que ha acordado hacer desparecer todo rastro del equipo de rugby, los Springboks, símbolo deportivo de los afrikáners.

En esa reunión Mandela, además de oponerse a la decisión que los reunidos han adoptado por unanimidad, traslada algunas afirmaciones que me parecen de elevado interés y necesariamente trasladables a nuestra realidad de hoy.

  • Pone de manifiesto que la decisión de hacer desaparecer al equipo de rugby ha sido tomada sin suficiente visión de futuro.
  • Finalmente afirma de forma categórica que “ustedes me eligieron como dirigente, dejen que les dirija”.

Cuando miro a mi alrededor y contemplo lo que tenemos creo que esa escena debiera de ser de obligada visión.

Veo en los que nos mandan, y me da igual si es en el ámbito público o privado, una tremenda ausencia de sentido de la responsabilidad y valentía de la que Mandela hizo gala cuando decidió enfrentarse a los suyos precisamente por sentido de la responsabilidad y visión de futuro. Y lo hizo una persona que tenía muchos motivos para mantener una actitud agresiva contra los que habían sido sus carceleros durante muchos años.

Vivimos tiempos en los que de todos y de cada uno de nosotros debiera esperarse una alta exigencia respecto a nuestras responsabilidades y a nuestro desempeño, cualquiera que sea nuestro lugar en el mundo.

¿Quiénes ejercerán de guías entonces? ¿Los que más gritan? ¿los que más mienten? ¿los que ofrecen soluciones fáciles en un mundo complejo? ¿los que proponen refugiarse, en definitiva, en una falsa zona de confort que no existe y que se acabará viendo desbordada tarde o temprano generando más frustración?  ¿los que proponen vivir con la sensación de que el otro es inferior y solo merece nuestro desprecio? ¿los que nos proponen que nos convirtamos en meros consumidores dejando de ser ciudadanos sujetos de derechos y obligaciones? ¿los que nos proponen que miremos a otro lado mientras en nuestro bolsillo haya unos euros?

Nuestros líderes actuales son capaces de subirse a cualquier ola, aunque sea nefasta, siempre que ellos vayan en primera línea. Pero no veo en ellos ninguna actitud (y temo que ninguna aptitud tampoco) para ir construyendo un futuro que ya está aquí y en el que corremos el riesgo de ser desbordados.

No son tiempos fáciles, tenemos lo que tenemos y estamos como estamos, en el fracaso del liderazgo.

 

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