En una reciente conversación con una directora de rrhh volví a recordar una experiencia conocida en el año 2015 y sobre la que ya trasladé, negro sobre blanco, algunas reflexiones. Ésta nueva conversación trajo a mi memoría lo que entonces escribí, y ser consciente que pocas cosas han cambiado y que aquellos problemas de los que entonces hablaba siguen hoy plenamente vigentes. Y aunque nos pasamos el día afirmando que la única constante es el cambio, parece que hay cosas que no cambian nunca. Les cuento.

Equipo directivo con malas relaciones internas, mal ambiente, problemas de colaboración, etc. En definitiva lo que hoy denominaríamos como «mal rollito». Para paliar todo ello, la Dirección General de la empresa había decidido contratar todo un programa de coaching, algo de consultoría y alguna píldora formativa para paliar esa situación.

Y yo, de nuevo, no puedo evitar hacerme las reflexiones que ya entonces me hice. Que son las siguientes:

¿Estamos ante personas mayores de edad, responsables, maduras y serias o estamos ante unos niñatos que atienden exclusivamente a sus caprichos, estados de ánimo y venganzas estúpidas en relación a sus compañeros?

¿Cómo es posible que unos hombres y mujeres a los que se les paga un dinerito muy potente se estén comportando como verdaderos imbéciles?

¿Qué es eso de que no hay buen ambiente?

¿Qué es eso de que no hay comunicación?

¿Qué es eso de que no hay colaboración ni equipo?

¿A qué esperan para cambiar de actitud? ¿A un bonus más alto?

Y el Director General. ¿A qué juega? A que venga alguien de fuera y le arregle el problema. ¿Para que se le paga a él? ¿Cuál es su responsabilidad? A qué espera, o bien para poner de patitas en la calle a aquellos que considere causantes de la situación, o bien para imponer su autoridad (si no la perdido ya), o su poder y autoridad. O bien para dimitir.

No es de recibo, que entre personas con un supuesto nivel de madurez, con una formación y de los que se espera un comportamiento responsable, sucedan estas cosas. Sencillamente es vergonzoso. Y esto que estoy relatando respecto a un primer nivel de una organización es de aplicación a un segundo o a un tercero. Cuando se está en estas posiciones hay cosas muy serias con las que no se debe jugar. Va implícito en el puesto el tratarse con respeto y el colaborar. Y si no valen para eso, váyanse a su casa.

¿Dónde está su ejemplaridad?

Quizás tuviera razón el Cantar del Mío Cid con aquello de “Dios, qué buen vasallo, si oviese buen señore!”

 

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