Cuando estudiaba COU uno de mis profesores, al que recuerdo con afecto, me advirtió un día que no me fiase de los eslóganes, que eran una forma de pensamiento facilona y falta de rigor. Luego en la Universidad, un catedrático de Historia del Derecho, ideal para una tertulia, pero algo caótico a la hora de explicar en sus clases, soltó una frase llena de ironía y que tampoco se me ha olvidado “no profundices mortal, deslízate”.
Hoy, desde la distancia de ya muchos años, contemplo como el mundo que me rodea vive lleno de eslóganes y sigue, de forma casi mayoritaria, aquella frase en la que se recomendaba deslizarse.
En el mundo de la empresa creo que vivimos unos tiempos en los que plantear cualquier proyecto o programa ha de ser con la condición de que sea divertido, entretenido; ha de conseguir que la gente salga motivada, aunque en muchas ocasiones pocas personas sean capaces de explicar muy bien cuál ha de ser esa motivación y para qué.
Añadamos a esto que otra de las exigencias de moda en estos tiempos es la de si ese programa o proyecto es algo nuevo. A veces, tengo la sensación de una cierta vuelta a la adolescencia en la que nada parecía satisfacer, y en la que solo lo que entretenía y era novedoso tenía sentido.
Sospecho que vivimos en un mundo que no se presta a la reflexión pausada y profunda porque la hemos sustituido por los 280 caracteres de una red social como culmen del uso de nuestro cerebro; no tenemos tiempo para escuchar al otro porque solo parece haber tiempo para ello si es para algo entretenido y que me motive. Y si no es así, enseguida nuestro móvil acude en nuestro auxilio. En nuestro tiempo hemos asumido un sentido equivocado de la productividad en el que vivir permanentemente ocupado y casi sin tiempo es señal de éxito.
Parece que profundizamos, pero me temo que nos deslizamos mientras nuestra vida se rige por demasiados eslóganes fáciles y pegadizos pero que parecen hacernos la vida más sencilla y fácil.
Solo desde el profundizar seremos capaces de mejorar el mundo y a nosotros mismos. Solo cuando la reflexión está presente, somos capaces de salir fuera de nosotros mismos a la búsqueda y transformación, a mejor, de lo que nos rodea y de quiénes nos rodean.
Tenemos por delante una inmensa tarea.
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