Desde hace muchos años se viene repitiendo con insistencia en la necesidad del trabajo en equipo. No hay CV que se precie que no lleve incluida la coletilla “acostumbrado a trabajar en equipo”. Son innumerables los cursos que existen sobre equipo, trabajar en equipo, la alianza del equipo, team building, etc. Hoy nos inunda como la última, y más especial novedad, todo aquello que lleve el apellido “agile”
Recuerdo que a juicio de Peter Drucker el trabajo en equipo era probablemente la forma de trabajo más eficaz que existía y hablaba acerca del ideal de este modelo: “el conjunto de jazz”
Nada que objetar. Sin embargo, durante mucho tiempo he echado de menos en esos programas, libros y demás una reflexión acerca del papel de la persona. Y quiero que se me entienda. Nada funciona en un equipo si uno o varios de sus miembros no hacen lo necesario para que funcione. Más allá de la metodología específica que se use para que un equipo funcione hace falta una premisa: que las personas que lo componen hagan ese esfuerzo, no siempre fácil, de que el equipo funcione. Y esto que parece tan evidente no siempre lo es, dado que se sigue reclamando la necesidad de trabajar en equipo como si ello continuase siendo una carencia aún vigente de las organizaciones modernas
Y ante esto me permito hacer diversas preguntas que dirijo no a los equipos sino a las personas individuales que constituyen esos equipos. ¿Cuál es la responsabilidad de cada uno en el adecuado funcionamiento de un equipo? Y cuando hablo de responsabilidad no me refiero a la función, rol o papel sino a ese “sentido de la responsabilidad” tan necesario para hacer bien el propio trabajo; ¿a qué tienen que renunciar para que un equipo funcione?, ¿están dispuestos a realizar algún tipo de renuncia?, ¿qué están dispuestos a aportar al equipo y a las demás personas que lo componen?, ¿qué están dispuestos a aprender? Y podría hacer más preguntas.
Un equipo siempre es una realidad necesaria para conseguir unos objetivos y unos resultados que de manera individual serían con toda seguridad imposibles de alcanzar. Pero un equipo es la suma de las aportaciones de cada uno. Si no hay aportaciones, si lo que hay son restas el resultado obtenido casi nunca será el deseado y el equipo no será visto como la mejor forma de trabajar.
Las metodologías podrán ser excelentes y “agile” ha venido para quedarse estableciendo un alto estándar, pero mientras cada persona no se haga preguntas esenciales acerca de su aportación, acerca de lo que se espera de ella, acerca de aquello a lo que tendrá que renunciar, sobre lo que tendrá que aprender y enseñar, no solo no habrá sinergia, sino que posiblemente ni siquiera haya suma.
Recuerda, solo la persona pueda marcar la diferencia para lo bueno y para lo malo. Y eso está en tu mano.
¿Qué has pensado al respecto?, ¿qué vas a hacer?
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