Recordaba el otro día lo difícil que es no venirse abajo cuando las cosas no terminan de salir por las razones que sean; lo complicado que es sostener la mirada serena y firme cuando el fracaso llama a tu puerta más de una vez.

Y el problema es que la vida está llena de momentos así a los que hay que enfrentarse. Y aunque dicen que la experiencia es la madre de la ciencia y uno se supone que debiera haber aprendido de los diversos fracasos que ya se han cruzado por el sendero de la vida que uno transita, sigue resultando difícil no bajar la mirada y no venirse abajo cuando eso sucede.

Kipling en el bello poema If nos dice en uno de sus versos

“Si te puedes encontrar con el Triunfo y el Desastre. Y tratar a ambos impostores del mismo modo”

Y te imaginas a ti mismo viendo y tratando a ambos como impostores, pero la belleza del poema dura poco en la mente y corazón de quien ha sufrido el desastre. En fin, insisto, así es la vida.

Pero mira tú por donde en estos días de atrás volví a disfrutar de la película Zorba el Griego con ese impagable Antony Quinn en una de sus grandes interpretaciones. Y aunque la película ya la había visto en el pasado, ha sido en esta ocasión cuando me he fijado en una de las frases más geniales que yo haya visto y escuchado en una película, y que se me quedará grabada para siempre.

El negocio, la empresa, todo lo que habían montado los protagonistas se viene abajo ante sus ojos. Entonces, el personaje de Basil le dice a Zorba que le enseñe a bailar. A los oídos de Zorba eso es como música celestial. Y comienza el baile, y en un momento determinado Zorba se para y le dirá a Basil esta frase increíble,

“hey jefe, ¿Vió usted alguna vez un desastre más esplendoroso?

¡Un desastre esplendoroso! Y te das cuenta de que es una manera diferente de mirar lo que ha sucedido, de asumirlo, de integrarlo en la propia realidad y en la propia vida. Y luego a continuar con el baile. En definitiva, y como proponía Kipling, tratarle como a un impostor.

Creo sinceramente que algo podemos aprender de esta lección que nos da Zorba. Yo de momento saco una bastante sencilla: sigo vivo, puedo seguir peleando y plantando -como decía don Quijote- desigual batalla a la vida y a los sinsabores profesionales. Y la próxima vez quizás no diga “que desastre tan esplendoroso”, o quizás sí. Una cosa es segura, pondré una música que me alegre, o igual me marco un sirtaki yo solo.

Pero lo más importante. Tengo la certeza de que me acabaré dando el lujo de tratar al Triunfo y al Desastre como a unos impostores. Y ese habrá sido mi principal aprendizaje.

Vean la película porque merece la pena. Y si no tienen tiempo, vean el vídeo del enlace. Y luego, pónganse a tararear la música y si se vienen arriba, a bailar.

 

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