Hace ya años que tuve la suerte de que uno de mis hermanos me descubriera a Richard Sennet. En el año 2001 leí su libro «La corrosión del carácter» y años después leí «La nueva cultura del capitalismo». En ambos, daba vía libre a sus ideas respecto a los cambios que la nueva economía, la globalización y otras realidades estaban generando en nuestras sociedades y la manera en que todo eso estaba afectando a las personas.

Con el tiempo transcurrido me sorprende darme cuenta de que muchas de las cosas que Sennet afirmaba en sus libros siguen vigentes e incluso se han radicalizado. Además, la tecnología ha supuesto un añadido y un acelerador fundamental.

A mi juicio, el planteamiento de Sennet en ambas obras era el de considerar que, si somos lo que hacemos, y el trabajo es una parte sustancial de ese hacer, es inevitable que los cambios que han afectado y están afectando al trabajo nos acaben afectando a nosotros como seres humanos que vivimos en sociedad y en una relación permanente unos con otros.

Quisiera recoger de manera muy resumida algunas de las consideraciones que en sus dos obras realizaba Sennet y que me parecen tan actuales.

El carácter es el modo peculiar y privativo de las personas por sus cualidades morales. El carácter se centra en los aspectos a largo plazo de nuestra experiencia emocional. ¡Qué pocas cosas vivimos ya con la vista puesta en el largo plazo!

¿Qué es de valor duradero en nosotros, en una sociedad que es impaciente y está demasiado centrada en lo inmediato? Las empresas ya no suelen dar un marco a largo plazo y eso lleva a que el relato vital de nuestro trabajo casi desaparezca, y es en ese relato vital de largo plazo en el que se va conformado el carácter. Desaparece esa vinculación al largo plazo excepto en las hipotecas.

¿De qué manera se conjugan metas a largo plazo en una sociedad y una economía que vive centrada en el corto plazo?

¿De qué manera se sostienen la lealtad y el compromiso recíproco en instituciones que están en una continua desintegración, cambio y reorganización? En esta nueva realidad ¿cómo se retiene el talento? ¿de qué manera se vincula el talento a un proyecto?

El destino importa menos que el acto de partir. Si no hay movimiento es que estás muerto. Prisas, prisas y más prisas. ¿Dónde queda espacio para la reflexión? En un mundo que se mueve tan rápido ¿queda espacio para la artesanía entendiendo esta como el trabajo bien hecho?

¿De qué manera somos capaces de poner (equilibrar) en el mismo nivel un mundo en el que es permanente el moverse en la ambigüedad, en la incertidumbre y el riesgo (el cambio) frente al ser humano que vive una vida en constante búsqueda de certezas?

La existencia de un capital impaciente que busca allá donde haya muestras de cambio y flexibilidad dinámica. ¿de qué manera ese capital impaciente está intentando hacerse con el capital cognitivo, quizás el último refugio propiedad del ser humano junto con la idea de artesanía antes mencionada?

Y qué ocurre con la empresa que no se mueve, la que no cambia, la que no reestructura gente ¿ha dejado de ser atractiva para los inversores? ¿No hay en ella potencial, aunque sea magnífica? ¿Tiene que someterse a la última moda del management?

De qué manera se comenzó a dejar de lado la experiencia frente al concepto de potencial. Sennet señalaba que se había pasado de no encontrar trabajo porque la edad acreditaba escasa experiencia, a no encontrarlo porque a cierta edad ya no se tiene potencial. Hoy en día, la inexperiencia (salvo en algunos campos muy tecnológicos) no deja acceder al mercado de trabajo y la edad sigue siendo una enorme barrera: la tormenta perfecta. Mientras tanto, la medicina y el cuidado de la salud evoluciona a permitirnos vivir cada vez más años pudiendo así prolongar nuestra vida laboral y útil. En paralelo, vivimos, al menos en Occidente, una profunda crisis demográfica.

Si, parece ser cierto que nuestro carácter se corroe porque buscamos certezas en un mundo que cambia y que está lleno de incertidumbre. Además, nos encontramos con el hecho de que muchas instituciones que antes podían ser fuente de seguridad ahora han dejado de serlo (públicas y privadas)

Todas estas realidades señaladas por Sennet han cambiado la empresa, nuestra manera de entender y relacionarnos con el trabajo, nuestra manera de relacionarnos con la empresa y puede que, fruto de eso que llaman las redes sociales, también nuestra manera de relacionarnos con los demás.

Desconozco si todo esto que ya enumeraba Sennet puede estar detrás de los motivos de eso que se ha llamado la “gran dimisión” que se ha producido en el mercado laboral americano. No me extrañaría.

En medio de todo este panorama tan aparentemente poco halagüeño ¿Qué nos queda? No soy pesimista, y si me permiten, me agarro a aquello que Ana Frank escribía en su Diario cuando hablaba de que, pese a todo, seguía creyendo en la innata bondad del hombre. Yo sigo creyendo en las personas, en que somos las personas quienes podemos marcar la diferencia para bien. Este mundo económico, social y laboral que tenemos ha sido creado por personas y no (aún) por una IA perversa y malvada. Por tanto, creo que podemos modificarlo y mejorarlo, también las personas. Creo que somos nosotros, y nuestra capacidad para generar relaciones, vínculos y cuidarnos mutuamente, la única institución que todavía puede ser fuente de seguridad.

Nuestra capacidad de ser mejores, de volver a ser artesanos de nuestro trabajo, de dirigir la propia vida y salir fuera de un cierto caparazón de cinismo que nos hemos creado para poder refugiarnos en el mismo. Quizás haya que volver a un sano escepticismo que nos permita volver a pensar y reflexionar respecto a lo que tenemos y a los que estamos haciendo con lo que tenemos.

Don Julián Marías decía que lo que más le inquietaba en España era que todo el mundo se preguntase ¿qué va a pasar? Y que casi nadie se hiciese otra pregunta ¿qué vamos a hacer?

Es el momento de estar en el ¿qué vamos a hacer?

 

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