La última vez que vi la película “Titanes: hicieron historia” volvió a llamarme la atención un diálogo que se produce entre dos de los jugadores de fútbol americano protagonistas de la película, después de un entrenamiento duro y complicado. Es un equipo difícil compuesto por jugadores blancos y de color, con unas relaciones entre ellos no precisamente muy buenas. El diálogo, prácticamente una discusión, finaliza con uno de ellos diciendo “lo ves tío, es la peor actitud que he conocido en mi vida” y recibiendo como respuesta “la actitud es un reflejo del liderazgo, capitán”.

Y esta respuesta siempre me ha hecho pensar y ahora, recordando la película, me lleva también a poner negro sobre blanco algunas reflexiones que quisiera compartir. ¿Hemos de dar por válida esa afirmación de que la actitud es un reflejo del liderazgo? Pues mucho me sospecho que sí. Quizás un sí rotundo, aunque pudiera admitir algunas excepciones.

Si miramos al panorama político, no puedo evitar mi sorpresa ante el rasgamiento de vestiduras de muchos “líderes” o “pseudolíderes” que se escandalizan por el auge de los denominados populismos, sean del signo que sean. Y mi sorpresa es porqué en ningún momento hay un mínimo examen de conciencia respecto a la posible responsabilidad e influencia, fruto de la gestión y decisiones de esos “líderes y pseudolíderes”, sobre la actitud de muchos ciudadanos que han decidido cambiar su orientación y simpatías hacia los denominados populismos. ¿Tiene ese liderazgo, mal liderazgo, mucho que ver con esa nueva actitud de los ciudadanos? Sinceramente, creo que sí.

Y si nos vamos a la empresa, al mundo de la gestión. ¿Es también lícito preguntarse si muchas de las actitudes que últimamente detectamos en muchas personas en las organizaciones son un reflejo del liderazgo existente? En un plazo relativamente corto de tiempo hemos conocido la gran renuncia; el Rage Applying o aplicación masiva a ofertas de empleo; el quiet quitting o renuncia silenciosa; o las denominadas vacaciones silenciosas (usar el teletrabajo para descansar). Adicionalmente, echemos un vistazo a los crecientes datos de absentismo laboral en nuestras empresas que según Randstad supone que más de 1 millón de personas no acudan a su puesto de trabajo de media cada día.

Un último dato para aumentar nuestro “optimismo”. El STATE OF GLOBAL WORKPLACE de GALLUP de 2023 nos recuerda que solo un 10% de los trabajadores españoles se sienten felices en su trabajo, frente a un porcentaje del 23% a nivel global. Asimismo, solo 1 de cada 10 trabajadores en España reconoce estar comprometido con su puesto siendo, desde una perspectiva europea, los trabajadores españoles los que tienen una peor concepción de su entorno laboral. Añadamos que un 36% de ellos padece estrés diario y uno de cada cuatro está triste en su puesto de trabajo.

Pues a la vista de estas realidades podríamos pensar que es bastante probable que la actitud en el mundo laboral sea un fiel reflejo de ese mal liderazgo que hay por ahí campando a sus anchas. Y al igual que sucede con los “líderes y pseudolíderes políticos” no detecto demasiados exámenes de conciencia de nuestros directivos que hagan un cierto mea culpa, más bien todo lo contrario. Al contrario, lo habitual es toparse con demasiada gente encantada de conocerse. Tanto, que según otros estudios los directivos parecen estar y ser bastante felices. A veces tengo la sensación de que se están creando mundos paralelos.

La pregunta que creo hemos de hacernos es si nos lo podemos permitir. Desde un punto de vista de la política nada digo, los hechos hablan por sí solos.

Desde el punto de vista del mundo del trabajo y de la gestión, creo sinceramente que no, me temo que la situación va cada vez peor, aunque es posible que aún estamos a tiempo de hacer cambios. Tengo la certeza de que todo eso está suponiendo un enorme desperdicio de talento. ¿Se podrían revertir muchas de esas situaciones, no digo que todas, con un buen liderazgo en las organizaciones y en la totalidad de sus niveles? Estoy seguro de que la respuesta es que sí. Y hemos de ponernos manos a la obra. Ahora bien, si nadie está dispuesto a realizar un riguroso examen de conciencia y una seria revisión acerca de su manera de liderar y gestionar personas, poco avanzaremos. Y no digo que no haya buenos líderes, claro que sí y conozco a unos cuántos. Y muchos de ellos están horrorizados por lo que ven a su alrededor.

Intentemos entre todos no acabar como tantas otras veces: un cursito de reciclaje que suene bien y mejor si tiene nombre inglés, unas cuántas sesiones de coaching y hasta un cambio de vestimenta para dar más sensación de cercanía. En fin, aquello que decía un viejo profesor mío con bastante ironía: no profundices mortal, deslízate.

Necesitamos que todos los que gestionan y supervisan personas se pongan al frente de sus vidas y desarrollo, y hagan una mirada honesta y profunda a lo que están haciendo y a cómo lo están haciendo. Eso es liderar la propia vida y el propio talento. No renunciemos a ello y no nos limitemos a deslizarnos. Es el momento de cambiar actitudes. Nos jugamos bastante.

Share This