Vivimos tiempos en los que parece que todo lo que hagamos en el ámbito laboral ha de gustarnos, satisfacernos, hacernos felices y que nos sintamos bien.  Aunque luego la realidad sea que cada vez es más habitual el encontrarse gente que lo está pasando francamente mal. Pero esa no es la cuestión ahora

Cuando leo acerca de la procrastinación y me sorprendo con afirmaciones del estilo de que la procrastinación es una cuestión de gestionar nuestras emociones y sin negar que en parte sea así, creo que también es, y mucho, una cuestión de gestionar nuestro sentido de la responsabilidad en el trabajo y en la vida en general. Pero casi nadie lo dice, quizás “no sea moderno”

Cuando leo como se usa y cambia el lenguaje para sustituir el “tengo que” por un “quiero que”, dado que de esa manera parece que nos quitamos de encima una cierta presión y cambia nuestra forma de ver la realidad. Es como si el “tengo que” o el “debo de” fuera algo malo y negativo. ¡¡Ay!! Cuánto daño ha hecho cierta literatura.

Ante toda esa realidad me pregunto qué sucede con el concepto de responsabilidad. Y no me refiero a esa idea de responsabilidad que se viene usando desde hace ya tiempo para sustituir al concepto de culpa (que esa es otra). Me refiero al concepto de responsabilidad desde una doble perspectiva: por un lado, la de tener que hacer muchas veces cosas que no apetecen, no gustan y que incluso puedan estar mal pagadas (sí, el famoso para lo que te pagan…) pero que forman parte de nuestro trabajo y de nuestras obligaciones; y por otro lado, la de hacer las cosas siempre bien o al menos trabajar siempre de esa manera y con ese objetivo (sí, me estoy refiriendo al trabajo bien hecho)

Por eso, el texto de Charles Peguy del que una parte titula este post, me viene acompañando desde hace un tiempo. Se ha convertido para mí en una especie de guía que me habla y me interpela:

Estos obreros no servían. Ellos trabajaban. Tenían un honor, absoluto, como es lo propio de un honor. Un palo de silla debía estar bien hecho. Era sabido. Era primario. No debía estar bien hecho por el salario o a cambio del salario. No debía estar bien hecho por el patrón ni por los expertos ni por los clientes del patrón. Debía estar bien hecho él mismo, en sí mismo, por sí mismo, en su mismo ser. Una tradición, oportuna, elevada desde lo más profundo de la raza: una historia, un absoluto, un honor quería que ese bastón de silla estuviera bien hecho. Toda parte que en la silla no se veía, estaba tan exactamente y tan perfectamente hecha como aquello que veíamos. Era el principio mismo de las catedrales.

De nuevo, una vez más estamos ante la oportunidad de marcar la diferencia. Por eso, desde la perspectiva de la responsabilidad en el trabajo y en la vida ¿qué haces tu?, ¿te has parado a pensarlo?

 

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