El pasado mes de septiembre me llamaba un buen amigo y me comunicaba que desde el día anterior ya no trabajaba en su empresa: había sido despedido. Era un mando intermedio con responsabilidades sobre un territorio y sobre un equipo. Las razones para el despido eran los “números” de su territorio, en definitiva, los resultados. Algo que a simple vista parece muy razonable. Al fin y al cabo, las empresas están para dar números, para dar resultados.

Lo que ocurre es que, como siempre, detrás de lo que vemos suele haber una historia. Y es curioso porque es una historia que no es la primera vez que veo, leo o escucho. La realidad es que los números han podido bajar, pero la causa de esa bajada no siempre está relacionada con la gestión directa del despedido, sino que en muchas ocasiones está directamente relacionada con decisiones tomadas más arriba que afectan al funcionamiento en el mercado en un territorio. Sí, decisiones de esas que se camuflan bajo el epígrafe de “estrategia”. Lo que ocurre es que esas las toman los de más arriba y claro no se van a despedir a sí mismos.

Otras veces, esos números y atendiendo a la trayectoria e historia de los “números” pueden ser transitorios y quizás convenga mirar con un poco más de profundidad acerca de causas, efectos y medidas a tomar. Tal vez no interese y ello por lo que argumento a continuación.

Otra de las razones que suele estar detrás de este tipo de decisiones es la de que quien llega nuevo quiere “formar su equipo” y ¡ay! si alguno de los que hay, era del “equipo” del que ha sustituido el nuevo. Tiene la cruz sobre la frente. Y en estos casos siempre me pregunto acerca del liderazgo o capacidad para dirigir de quien tiene que buscar afines para conseguir resultados. Eso de formar su equipo es algo que además está plenamente aceptado en multitud de compañías. A mí, sencillamente, me parece una carencia de quien asume responsabilidades. A ver si se aprende que liderar es servir y pocas veces ser servido.

Es lo que se ve a diario en multitud de organizaciones, y la vida sigue, y casi todos (salvo a los que lo practican que parece les suele ir bien) nos acompasamos a un estilo de gestión que en el fondo sabemos que es equivocado, injusto y hasta me atrevería a decir que estúpido. Y contemplamos como todas esas cosas se camuflan bajo terminologías, engañifas y palabros.

Puede que sea lo que hay, pero yo no me resigno.

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