Hoy he vuelto a revisar los discursos pronunciados en dos actos de graduación en Estados Unidos. En su momento me parecieron dos discursos separados por contexto pero que podían ser perfectamente complementarios.

El primero de los discursos al que me voy a referir fue pronunciado por David McCullough Jr., y dirigido a los alumnos graduados de la Wellesley High School de Massachusetts en el año 2012.

Básicamente el mensaje que el citado profesor traslada a los recién graduados es el de hacerles ver que no son especiales y que, por lo tanto, no se lo crean. Les habla de logro y es el logro el que hace que la vida merezca ser vivida. Les propone una hermosa metáfora: que suban a la montaña para superar el reto y no para dejar allí su bandera, que suban y disfruten de la vista que el lugar les permite. En definitiva, que lo que hagan no sea para que el mundo esté pendiente de ellos, para que el mundo los vea, sino para que ellos vean el mundo.

Les invita a que sean desinteresados, a que sirvan a los demás porque hacer así las cosas será lo mejor que puedan hacer por sí mismos.

Me parecen unas interesantes reflexiones trasladadas a jóvenes de un entorno socioeconómico de elevado nivel. Decir en ese entorno “no sois especiales” tenía su miga.

El otro discurso lleno, también, de interesantes reflexiones es el efectuado por Michael Lewis en la graduación de alumnos de Princeton en 2012.

Michael Lewis es hoy en día un famoso escritor con algunas obras especialmente recomendables como “El póquer del mentiroso”, “Deshaciendo errores” o “Moneyball: el arte de ganar en un juego injusto”, aunque sus primeros pasos profesionales se desarrollaron trabajando en Salomon Brothers..

¿Y qué les dice Lewis a los estudiantes de Princeton?

Afirmaba que a la gente no le gustaba que su éxito personal o profesional sea explicado por el papel que la suerte ha jugado en sus vidas, especialmente aquellos de los que se puede decir que han triunfado. Para ellos, su triunfo ha sido algo inevitable. Ellos han escrito la partitura. No quieren admitir el papel que ha jugado el azar.

En su discurso ponía de manifiesto algo en lo que pocas veces caemos y es que las historias de éxito siempre están escritas a posteriori y, en las mismas, siempre se da una visión acorde con la trayectoria del que ha triunfado, y en ese relato la suerte no tiene cabida.

Y lo cierto, es que, según Lewis, estamos sujetos al azar. Nuestra vida está sujeta en un alto grado a lo imprevisible.

Lewis recuerda su trayectoria, su graduación en Historia del Arte en la misma Princeton, su tesis sobre Donatello y la respuesta de su director cuando le pregunto respecto a cómo estaba escrita: “nunca intentes ganarte la vida de esta manera” fue la respuesta obtenida. Lewis relata cómo comenzó a ganarse la vida y como en una cena conoció a la mujer de alguien muy importante de Wall Street y la oferta que le hicieron para trabajar en Salomon Brothers. Y de esta experiencia nacería su inspiración para su primera y exitosa novela. Efectivamente, el libro fue un éxito. ¿Se acuerdan de lo que le dijo su director? Pero lo curioso es que tras el éxito todo el mundo parecía decirle que había nacido para ser escritor.

¿Se había marcado Lewis este camino? No lo parece, más bien parece que el azar intervino de forma importante. Por eso repite que ninguna historia está escrita de antemano y que si se ha tenido éxito es bueno reconocer que se ha tenido suerte.

Lewis en su discurso relata el experimento llevado a cabo en la Universidad de Berkeley en el que se formaron grupos de tres personas y se eligió a un líder, de entre ellos, de forma puramente aleatoria. Pues bien, en ese experimento se presentaba a cada grupo un plato con cuatro galletas y siempre el que había sido elegido líder se comía la cuarta galleta. Era el líder, aunque no tuviera especiales cualidades, pero por mero azar había sido elegido para esa posición. Con este ejemplo señalaba a los privilegiados alumnos, que se graduaban en Princeton, lo afortunados que eran por haber nacido en las familias que habían nacido, por estudiar en esa universidad y como en la misma habían podido conocer a otras personas afortunadas y eso les podría ayudar a ser más afortunados en la vida. Por esa razón les hace un llamamiento a que sean conscientes de su situación y al papel que el azar ha jugado en sus vidas.

A mi juicio se trata de dos discursos diferentes pero relacionados. En el primero, McCullough Jr está diciendo a los jóvenes que no se crean especiales, les pide que sean especiales para los demás (servicio) y les habla del valor del logro además de otras metáforas de interés. Les está diciendo que no piensen que son el centro del universo, el eje del mundo, porque en el universo y en el mundo hay más personas y más realidades que ellos.

Lewis les dirá a sus estudiantes que tengan la humildad de reconocer que el azar y la suerte jugará un papel importante en sus vidas (ya lo está jugando) y que han de considerar que nada está escrito de antemano.

A mi juicio, en ambos casos, el mensaje es bastante coincidente: humildad.

Estos dos discursos llaman a la humildad, cada uno a su manera y a reconocer que en nuestra vida podemos y debemos tomar nuestras decisiones pero que, en la misma, el azar jugará un importante papel. Pensar lo contrario será engañarse. Quizás, desde esta nueva perspectiva podamos entender mejor las cosas que nos pasan y que es probable que no seamos ni culpables de todo lo malo que nos sucede, ni responsables de todo lo bueno que acontece en nuestras vidas.

Y a que, si nos ha ido bien, miremos a nuestro alrededor y no nos miremos tanto a nosotros mismos.

Tal vez, así, podamos empezar a encontrar un cierto equilibrio en nuestras vidas. No nos vendría mal.

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