Cuando en el año 2012 apareció el libro “Prepárate: el fin del trabajo ya está aquí” su autora la profesora Linda Gratton escribía que en nuestra sociedad occidental crecía la desconfianza hacia instituciones y líderes tanto políticos, como religiosos y hasta empresariales.
Es verdad que el modo y manera en el que hemos venido interpretando el mundo, la realidad y nuestro papel en la misma ha entrado, de alguna manera, en crisis. Para muchos, las religiones y las ideologías de antaño ya no parecen poder explicar todo lo que sucede. En nuestro mundo actual han entrado otras formas y maneras de entender el mundo hasta tal punto que también se van adueñando poco a poco de nuestra propia vida interior.
En 2019 Larry Fink CEO de Black Rock y miembro de la denominada Business Roundtable declaraba que nuestra sociedad vive preocupada (y esta es una declaración anterior a la pandemia) y “angustiada por los diferentes cambios económicos fundamentales y la incapacidad del gobierno para brindar soluciones duraderas, la sociedad está esperando cada vez más que las compañías, tanto públicas como privadas, aborden asuntos sociales y económicos apremiantes. Estos asuntos van desde la protección del medioambiente hasta la eliminación de la desigualdad de género y racial, entre otros. Avivada en parte por las redes sociales, la presión pública sobre las corporaciones aumenta con mayor rapidez y llega más lejos que nunca”
A mi juicio, esto era toda una declaración de intenciones acerca del papel que las empresas y sus directivos debieran comenzar a desarrollar en el presente. La empresa poco a poco ocupando ese “aparente vacío de liderazgo” que han dejado las ideologías y las religiones haciendo de su existencia no solo una cuestión meramente económica sino también cultural, sociológica y hasta espiritual. Y yo creo que algo de eso está sucediendo cuando entre otras cosas sin prisa, pero sin pausa, se aplican sobre las personas terminologías y “palabros” que hace menos de 20 años solo eran comprensibles en el contexto de empresa y que a modo de gota malaya acaban mercantilizando a las personas (recursos y objetos) y curiosamente personalizando a las corporaciones (sujetos): véase, por ejemplo, el concepto de marca.
Tengo para mi que más allá de la posible crisis de ideologías, religiones y liderazgos varios (algo que siempre ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad) si queremos seguir siendo lo que somos (personas únicas) hemos de trabajar por saber quiénes somos y construir desde ese conocimiento seres humanos que mejoren nuestro mundo. Y más aun considerando el impacto que la tecnología ya está generando en todos los ámbitos.
Si renunciamos a ello sospecho que el futuro que podamos construir desde el presente pueda dejar mucho que desear porque habremos renunciado a ser dueños de nuestro mundo.
Comentarios recientes