¿Vivimos como si aplicáramos el ciclo de Deming? ¿Revisamos y aprendemos de nuestros errores? ¿Podemos comparar la experiencia vital humana con un modelo de mejora continua? Y si la vida fuera, en esencia —con sus matices—, un incesante: Planificar, Hacer, Verificar y Actuar…

El ciclo de Deming —también conocido como ciclo PDCA (Plan, Do, Check, Act)— es una metodología de gestión orientada a la mejora continua de procesos. Su objetivo: optimizar el funcionamiento de organizaciones a través de pequeños ajustes sucesivos. Pero… ¿y si aplicáramos esta misma lógica a nuestra vida?

La vida como mejora continua

Los seres humanos no estamos tan lejos de ese esquema. También nosotros planificamos, hacemos, verificamos (a veces) y actuamos (casi siempre). Y vuelta a empezar.

Planificamos basándonos en sueños, metas, ideales.

Trazamos estrategias (imprecisas, sí), diseñamos escenarios mentales, imaginamos futuros posibles.

Hacemos. Pasamos a la acción, ejecutamos lo previsto… o lo que buenamente podemos. Es el momento del aterrizaje: la teoría frente a la realidad.

Verificamos. O deberíamos. Aquí es donde revisamos resultados, analizamos qué funcionó, qué no, cómo nos adaptamos y qué nos enseñó el camino. Este es el momento clave para el aprendizaje.

Actuamos. Ajustamos, corregimos, reorientamos… y volvemos a empezar. A veces se trata de un renacer. A veces de reinventarse. Siempre, de seguir caminando.

La fase olvidada: verificar

¿Cuál de estas fases suele recibir menos atención? Sospecho que la respuesta es unánime: verificar.

¿Por qué nos cuesta tanto revisar lo hecho? Porque a menudo caemos en la trampa de la evitación:

Nos da miedo ver nuestros errores.

Nos incomoda hacer autocrítica.

No encontramos (o no queremos encontrar) tiempo para parar y mirar hacia atrás.

Y entonces damos un salto en falso. Pasamos directamente de hacer a actuar, creyendo que “moviéndonos” las cosas se arreglarán solas. Pero no funciona así. Verificar no es quedarse en el pasado. Es aprender de él. Es mirarlo con honestidad… y también con cariño hacia uno mismo.

Solo se aprende lo que se revisa. Toda la vida es aprendizaje. Pero solo aprendemos de verdad cuando nos detenemos a revisar.

No hacerlo nos condena a tropezar —como dice el refrán— con la misma piedra. Y la pregunta entonces es, ¿Podemos permitirnos ese segundo tropiezo, simplemente por no haber verificado?

Conclusión

Nuestra vida, sí, sigue un ciclo muy parecido al de Deming. Pero solemos hacernos trampas: nos saltamos la revisión y seguimos adelante. Sin aprendizaje no hay mejora. Sin mejora, no hay renacimiento. No hay reinvención.

Y ante esa evidencia, la pregunta final resuena con fuerza.

¿De verdad nos lo podemos permitir?

Sinceramente, creo que no.

Share This