Me comentaba un buen amigo que trabaja en una ingeniería la experiencia profesional que estaba viviendo. Hacía poco que se había incorporado un nuevo jefe que venía de la competencia. Asimismo, tiempo después la ingeniería ha cambiado al director general que, como suele ser habitual, está imprimiendo su “estilo”. En medio de todo esto, el jefe directo de mi amigo parece que está intranquilo porque fue seleccionado por el anterior director general. De modo que ese “nuevo estilo” del actual director general está tensionando al jefe de mi amigo, que puede que esté pensando que es barato de despedir. Esa tensión la está trasladando a todo su equipo con los problemas que ello conlleva. Lo que con el anterior director general era un trabajo intenso y no exento de dificultades y retos, ahora se ha convertido en entorno de tensión y lo que habitualmente se conoce como mal rollo por parte de ese jefe. Todo ello muy humano, pero manifiestamente mejorable.
Siempre he creído que una de las tareas más importantes de un jefe o mánager (si alguien prefiere esta expresión más cool) sea del nivel que sea, es no transferir más allá de su puesto, y menos hacia abajo, las presiones o tensiones que sufre en su ámbito profesional. Ese puesto debiera ser siempre una barrera. Y no para crear a tu alrededor un mundo imaginario como hacía el padre de la película La Vida es bella con su hijo, sino para evitar que se deteriore un poco más el trabajo, el ambiente, las relaciones y la propia eficacia de las personas. Y claro que no es fácil, pero asumir responsabilidades siempre ha sido un reto difícil y lleno de servidumbres que no suelen verse por estar tapadas por la primacía que se le suele otorgar a los aspectos instrumentales frente a los sustanciales de la función de “jefe o manager”. Craso error.
En la tradición cristiana se habla de cuatro virtudes cardinales. La templanza exige gastarse sin reservas superando el egoísmo y la comodidad afrontando las dificultades; la prudencia plantea la cautela, la moderación, el buen juicio; la fortaleza se centra en vencer el temor y huir de la temeridad; la justicia que consiste en dar a cada uno lo que es debido. Pues bien, estoy convencido que estas cuatro virtudes debieran estar presentes en todo aquel que manda, que asume responsabilidades y que tiene un título de “jefe” de alguien.
Y si no las tiene, debiera buscarlas y trabajarlas. Y si no las alcanza, dejar esa posición porque desplegar la tensión, los problemas, las presiones y demás no aporta ningún valor sino todo lo contrario, genera más problemas y menoscaba la eficacia.
Cuatro palabras, cuatro virtudes, una brújula.
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