En el año 1994 don Miguel Delibes pronunciaba un hermoso discurso en la entrega del premio Miguel de Cervantes.
Manifestaba Delibes que Cervantes no había enmudecido, que su palabra seguía viva a través del tiempo, de acuerdo con el anhelo de inmortalidad que mueve la mano y el corazón del artista. Es decir, su obra seguía vigente tras la desaparición del autor.
A lo largo de su discurso (que recomiendo vivamente leer) Delibes contaba que su vida se había ido consumiendo en la vida de personajes inolvidables como el Mochuelo, Cecilio Ribes, el señor Cayo, Azarías, etc. A lo largo de los años habían quedado unos centenares de seres que Delibes alentó “con interesado desprendimiento”. Finalizaba su discurso diciendo. “Yo no he sido tanto yo como los personajes que representé en este carnaval literario. Ellos son, pues, en buena parte, mi biografía”.
Tengo para mí, que todos aquellos que de una u otra manera ejercen responsabilidades en cualquier tipo de organización debieran hacer una reflexión respecto a su trabajo diario y cotidiano. Preguntarse si se está entregando ciencia, conocimiento, saber hacer, esfuerzo, experiencia, sabiduría, responsabilidad y bondad en el lugar en el que se encuentra en cada momento de su vida profesional con la vista puesta más allá de la organización y de ese momento concreto. Preguntarse si hay un esfuerzo por conseguir que el recuerdo que quede de ese paso sea grato de rememorar por todas las razones antes citadas, y no solo por uno mismo sino por todos los demás.
Al igual que los personajes de Delibes siguen teniendo vida más allá de la obra del escritor, porque en cierto modo se han convertido en su biografía, el resto de los mortales debiéramos pensar cuál es el legado que vamos dejando en cada una de nuestras experiencias vitales y profesionales. Debiéramos pensar acerca de la biografía que estamos construyendo y si la misma está orientada a la grandeza.
¿Te has parado a pensarlo?
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